viernes, 9 de julio de 2021

Historias del Apocalipsis (parte dos).

Cuando nació su primogénita, mi abuela Juanita sufrió un trastorno radical de su personalidad, habitualmente dócil y pacífica. 
En una época donde cualquier crisis psicológica era tildada de locura, ella sufrió ese estigma con privación de libertad a modo de terapia. 
Poco se sabía de la depresión pos parto que explica las conductas extrañas de las madres, en especial si son primerizas. 

La primera alucinación fue una noche de verano, ese año fue el más bochornoso del siglo, salió al patio y vio una luz que se movía en el cielo dando giros y movimientos que la invitaban. Mujer joven y curiosa caminó sin mirar que se internaba en la profundidad de la laguna donde se almacenaba el agua de riego. 
Para su buena fortuna (y la de mi madre) la sacaron del agua medio ahogada pero sin lesiones. Con una fiebre altísima estuvo varios días desvariando con aquella luz que la invitaba con vehemencia a seguirla. La encerraron por tres meses, hasta que recuperó la estabilidad. 

Cuando nació su hijo (mi tío Enrique) empezaron las  visiones y sueños apocalípticos. 


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Dichoso el que lee 
y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético 
y hacen caso de lo que aquí está escrito, 
porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. 

 Apocalipsis 1:3 (NVI) 

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(Pintura tomada de Pinterest)


2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Espero impaciente. Un beso

ojo humano dijo...

Susana, :), espero yo también la inspiración.
Un abrazo.