martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad debajo de un techo de totora.

Día fresco.
Pequeña neblina.
Horizonte aclarando.
Pronóstico,  buen tiempo.
Santiago atascado.
Desvíos.
Retraso.
El automóvil nos lleva en breve tiempo por la Cuesta Barriga, grandes campos, enormes cerros, valles verdes y fructíferos.
Llegamos a un amplio espacio de juegos, rodeado de limoneros.
Pataguilla.
Una ancha casona con techo de totora, mesas rústicas, ambiente de campo, informal y limpio.
Los jóvenes se entretienen con las selfies, los pequeños juegan, las mujeres preparan jugos naturales, los hombres conversan.
Las mesas servidas, en una esquina bien decorada está la torta de cumpleaños.
Cumpleaños de Jesús.
Nadie tiene prisa, excepto, claro está, los niños que esperan sus regalos.

En el lugar no hay vestigios de algún Viejo Pascuero, ni el delirio del comercio con sus luces a toda potencia o el ajetreo de las calles saturadas de la Capital, o la desilusión al no recibir el regalo soñado.
La celebración tiene un aire festivo y cristiano.
Hablamos de Jesús, del sentido que tiene la Navidad, compartimos los alimentos –panes dulces, bebidas, jugos-, todo entre risas, discursos improvisados y villancicos sin estridencias.
Una obra de teatro adecuada a la celebración.

Observo el techo de paja y convengo que tal vez cuando nació el niño lo hizo debajo de algo parecido a esto, en un día como este, como cualquier niño nacido de mujer.


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De su plenitud todos hemos recibido 
gracia sobre gracia, 
pues la ley fue dada por medio de Moisés, 
mientras que la gracia y la verdad
 nos han llegado por medio de Jesucristo



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2 comentarios:

Fernando dijo...

Qué envidia.

Feliz Navidad de nuevo, Ojo Humano.

ojo humano dijo...

Fue un tiempo muy lindo, yo muy agradecida de Dios que me da esas oportunidades.
Gracias por tus buenos deseos.