lunes, 8 de diciembre de 2014

Gracia.

¿Cuál es la única cosa que la iglesia puede ofrecer 
 y que el mundo no puede conseguir en ningún otro lugar? 
Gracia.”

 (John Ortberg) 

Diciembre presagia buen tiempo. 
Algunos ya van de vacaciones. 
O hacen viajes cortos a la Costa Pacífico los fines de semana. 
Yo leo. 
Nada tan gratificante después de admitir que el golpe de la violencia vivida recientemente  nos ha dejado un poco desconcertados.

Leo sobre la gracia. 
De las 199 veces que aparece (en mi versión Reina Valera '60), el apóstol Pablo se refiere a ella 20 veces en su carta a los Romanos.

Digo gracia y recuerdo la canción “Sublime Gracia”.
Pienso en mi madre que renunció a un esposo para no darme un padrastro. 
Me viene a la mente “mi amiga de milicia” en el sudeste asiático. 
Cuando digo “gracia” me inclino con gratitud delante de Dios porque ha cercado mi vida de afectos inmerecidos, regalos luminosos, días de gloria que jamás soñé. Una infancia que, aun carente de bienes materiales, fue rica en alegrías, amistades y cariño. 
Digo gracia y evoco los días donde aprendí a leer, el momento de la revelación de las palabras, la tarde cuando inclinada sobre el silabario algo gatilló en la mente y se abrió al prodigio desconocido y asombroso. 

La gracia de Dios me ha regalado millones de momentos extraordinarios, sencillos, ingenuos, exuberantes, cada uno distinto. 
Cuando en noches insomnes me tiendo a esperar el sueño, cuento una a una las bendiciones, me quedo dormida antes de poder recopilarlas todas. 
Y por sobre todo lo que ha ocurrido, lo que ocurre o ocurrirá, está la mayor gracia, el día inigualable que nace el pequeño Jesús, como un mortal, sujeto a nuestras mismas opciones y costumbres. 
Crecer, estudiar, escribir, comer, jugar, reír, llorar, los mil verbos que se conjugan en un niño y forman una vida.


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 Por la gracia de Dios soy lo que soy, 
y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. 

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2 comentarios:

Fernando dijo...

Así es, Ojo Humano.

Lo malo es que muy pocas veces recordamos lo que recuerdas tú al acostarte: los miles de veces en que la Gracia de Dios nos ha salvado, en cosas divinas y en cosas humanas. Siempre tenemos la cabeza llena de quejas, llena de problemas, y tendemos a olvidar los miles de motivos de agradecimiento a Dios.

ojo humano dijo...

Fernando, en general somos quejosos. Por eso nuestro Padre nos recuerda que seamos agradecidos.
Un saludo cordial.