El poder de elegir es un privilegio del que apenas nos damos cuenta.
Hemos crecido eligiendo.
Dios elige.
Él nos ha dado ese don.
A veces una elección es sorpresiva, como nos ha pasado en el barrio.
El candidato “seguro” ha perdido.
En estos días elijo la devoción.
No solo es un privilegio sino una alegría saber que puedo enclaustrarme por un tiempo sin presiones sociales.
Que puedo vestir sin influencias, alguna prenda cómoda y pasada de moda que no llame la atención.
Elegir el silencio en el centro de una gran ciudad.
Elegir amar a pesar de la herida.
Elegir la fe para dar el siguiente paso.
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Por eso, hermanos,
procuren fortalecer su llamado y elección.
Si hacen esto, jamás caerán.
2 Pedro 1:10 RVC
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