Después de los trámites me detengo a mirar los titulares
en el kiosco de diarios, vitrineo las revistas y converso con la diarera.
Llega una mujer preguntando algo, no le pongo mucha
atención entretenida en la lectura de las noticias. De pronto alza la voz y
empieza a sollozar, la miro y me
impresiona la angustia de su voz.
La escuchamos –la señora de los diarios y yo-, nos cuenta
su calvario con el hijo adolescente que ha caído en las drogas, que se ha ido
de la casa, que lo quiere internar, que el muchacho hasta ha llegado a robar,
está flaco como cadáver, que…
Desesperada, inconsolable, demacrada, tal vez lleva noches sin dormir.
Las revistas con sus títulos frívolos parecen reírse del dolor.
Le tomo un brazo, le ofrezco oración, “Dios no escucha”,
me dice con desaliento “por todos lados han rezado tanto”, termina.
Ay, Dios ¿de dónde sacar una palabra poderosa que dé
esperanza al corazón de una madre? ¿Dónde hallar la solución para los tantos
hogares que sufren el flagelo de vivir con padres, hijos, madres alcohólicas,
toxicómanos o adictos al juego?
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Si el
Señor no hubiera estado de nuestra parte
cuando todo el mundo se levantó contra nosotros,
nos habrían tragado vivos...
cuando todo el mundo se levantó contra nosotros,
nos habrían tragado vivos...
Como las aves, hemos escapado
de la trampa del cazador;
¡la trampa se rompió,
y nosotros escapamos!
Nuestra
ayuda está en el nombre del Señor,
creador del cielo y de la tierra.
creador del cielo y de la tierra.
Salmos 124 (NVI)
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