La noche es fría y la sala está llena, no hay muchas posibilidades que la atención sea rápida.
Me siento entre la gente con el ánimo de esperar. Cuando una se rinde al momento puede darse a las personas y escuchar sus múltiples historias. Uno se ha trizado el peroné jugando fútbol, otra tiene una fuerte migraña, tal vez producto de la alta contaminación del aire.
De pronto llegan unas personas, visten unas chaquetas sin manga color verde petróleo –algunos mayores, otros más jóvenes- con bandejas. En sus chaquetas está escrito “Dios es amor”.
Nos ofrecen un café caliente y un pan.
Es gratis, dice el más joven, y sonríe.
Invariablemente todos los que esperamos recibimos el regalo y damos gracias.
Reparten durante un rato, hasta que se termina todo –y no es poco-, luego se van en silencio.
La persona sentada a mi lado me explica, “los hermanos” vienen todos los jueves por la noche y regalan café y sándwich, durante el verano o el invierno, en vacaciones y días laborales, son fieles a su propósito de jueves.
Es maravilloso ver cómo una tarea tan sencilla puede ser un servicio que anime en un lugar de dolor y desaliento como lo es la Posta.
Tal vez Dios me llevó a ese lugar solo para ver este acto de amor sin pretensiones -ni vanidad- más que dar.
Mi enfermo sale sin ningún hueso roto, apenas un esguince y un paracetamol.
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Dios,
en su gracia,
nos ha dado dones diferentes
para hacer bien determinadas
cosas.
Por lo tanto,
si Dios te dio la capacidad de profetizar,
habla
con toda la fe que Dios te haya concedido.
Si tu don es servir a otros,
sírvelos bien.
Si eres maestro, enseña bien.
Si
tu don consiste en animar a otros, anímalos.
Si tu don es dar, hazlo
con generosidad.
Si Dios te ha dado la capacidad de liderar,
toma la
responsabilidad en serio.
Y si tienes el don de mostrar bondad a otros,
hazlo con gusto."
Romanos 12:6-8
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