“ Acompáñennos,
porque aunque los días de la ciudad
sean espejos que sólo pueden reflejar
nuestros rostros destruidos,
porque aunque confiamos nuestras palabras
a quienes decían amarnos
sin saber que sólo los niños y los gatos
podrían comprendernos,
sin saber que sólo los pájaros y los girasoles
no nos traicionarían nunca,…”
(Jorge Teillier)
A lo lejos se divisaba su figura alta y delgada esperando.
Una tristeza profunda me hacía huir con temor de ese sentimiento desmedido, insistente y controlador, la tristeza torpe de no saber cómo responder.
-Eres la mujer más bella que he conocido-, decía, tal vez confundido por un reflejo de sus propios deseos y sueños.
Yo, la más común de todas mis amigas, la más pequeña, la que jamás alzó la voz, la que leía en los rincones procurando que nadie la notara, aquella que dejaba sus horas adolescentes en la biblioteca pública buscando la verdad en la ficción, intentando vivir más allá de una insignificante realidad de hija abandonada ¿cómo podría responder a semejante pasión?
Me alejé de su calle sin explicación.
Con el tiempo viajé a otra ciudad con la excusa de estudios.
Ingrata con el amor.
Jamás volví.
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"Si Dios en verdad está conmigo
y me protege en este viaje,
y si él me provee de comida y de ropa,
entonces el Señor ciertamente será mi Dios."
Génesis 28: 20
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