sábado, 16 de agosto de 2025

Fin de semana largo.


La paz de la ciudad da tregua a los oídos 
cuando las cinco de la mañana se extienden 
como una sábana limpia sobre la vereda. 
Es la hora donde los semáforos parpadean para nadie,
las ventanas de los edificios cierran sus pestañas 
y los caminantes osados, 
los trabajadores de turno 
o los insomnes,  somos testigos de lo inusitado, 
la calma. 
El aire huele distinto
sin el humo de los buses, 
sin la prisa 
de mil conversaciones telefónicas 
fusionadas en el ruido.
Los tacones han dejado 
de golpear contra el cemento
y  los perros callejeros duermen 
bajo  autos estacionados. 
Es entonces cuando descubres 
que la ciudad tiene una voz propia: 
el murmullo de las cañerías, 
el suspiro de las puertas automáticas
que se abren y cierran sin propósito. 
Tendida esperando la luz del amanecer 
respiro profundo y hablo
en una lenta oración
hasta que el primer bus 
avanza por la avenida
 y todo vuelve a comenzar.
*