viernes, 6 de noviembre de 2020

Cuando un amigo se va


Voy al funeral de un amigo. 
El sentimiento de ausencia es aún más intenso por los protocolos sanitarios, nada de abrazos (que sí los hubo), distancia entre los asientos, nada de refrigerio, limitada cantidad de personas, solo unos minutos en el interior, la autoridad ha sido rigurosa, aun cuando su partida fue por otras causas. 

Es interesante ver cómo la familia cristiana tiene esa reacción noble ante un desenlace inesperado, esperanza y tranquilidad. Fuimos de la misma generación así que es invariable pensar que estoy acercándome ligeramente a lo invisible. 

 Esta tarde, regresando a casa todo me parece único, esencial, nada cotidiano. Hasta el sonido destemplado de la ciudad me provoca un agrado desconocido, un zorzal canta en el jardín y no puedo dejar de pensar que por generaciones seguirá aquí, con la misma canción para los que habitarán esta casa. Todo es precario y maravilloso cuando el halo de la muerte pasa cerca; los minutos se vuelven preciosos.


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Pues sabemos que, 
cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos 
(es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), 
tendremos una casa en el cielo, 
un cuerpo eterno hecho para nosotros 
por Dios mismo y no por manos humanas. 

 2 Corintios 5:1 NTV 

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3 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Es bueno recordar que la vida acaba. Un beso

ojo humano dijo...

Así es, Susana, a veces muy repentina.
Dios nos ayude a estar preparados :)

Silvia Parque dijo...

Puede ser difícil cuando es repentino.
Si, la muerte hace que todo se vea como dices.