La reunión se ha prolongado más allá de una hora razonable, unas visitas del extranjero tienen mucho que decir, los disculpamos.
A la salida ofrezco trasladar a un amigo al que le espera hora y media en Metro.
Acepta con alegría.
Cualquier viaje –más si es en el cubículo ínfimo de un “city-car”- invita a la conversa, y si la amistad data de algunos años, confidencias ad portas.
Como esas viejas postales teñidas de sepia va desmenuzando sus recuerdos, qué será de…, dónde estará tal… ¿te acuerdas de N…?
Mi computadora cerebral saca del archivo rostros olvidados y los va ordenando de manera matemática, ahí está ella, la chica hermosa separada del marido, más allá el esposo “tirado a los vicios”, aquel que cantaba en el coro y perdió la voz en un accidente, el que tocaba la guitarra sufrió una desilusión de fe, ya no toca ni el timbre de su casa. El que se fue al extranjero, la que vive en el Norte, la que se fue de misiones, el que estuvo preso por un asunto político…
Es extraño cómo almacenamos tantos detalles que no teníamos idea que estaban ahí, basta un nombre, un color, una canción y las imágenes vienen como el cuchillo afilado que nos pilla el dedo y nos corta, la sangre brota sin darnos cuenta.
Gracias a Dios el recorrido no fue tan largo, mi pasado no es tema predilecto, me abruma un poco hacer ese ejercicio inútil.
La vida está delante.
Para una retrospectiva basta y sobra con el Libro de Los Hechos incluyendo la vida del apóstol Pablo, más edificante e inspirador que nuestras vidas mínimas.
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"No añores «viejos tiempos»;
eso no es nada sabio."
eso no es nada sabio."
Eclesiastés 7:10 (NTV)
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