viernes, 12 de enero de 2024

Prejuicios.


Los prejuicios nos habitan como las cucarachas en un subterráneo. 
No sabes que están ahí hasta que salen a la luz con toda su incómoda verdad. 
Tal vez las experiencias previas nos predisponen e inclinan las preferencias. 
La ecuanimidad es un arte poco desarrollado y la intolerancia cada vez es más común.
 
Las funcionarias -me dije- son incompetentes y atienden mal al público. 
Prefiero que un hombre solucione este requerimiento. 

En el pequeño salón de espera ruego a Dios que me toque un funcionario, cuestión improbable ya que hay solo uno. Por esas cosas de Dios y de la tecnología él avisa mi número de atención. 

Le presento el caso y los antecedentes. Me mira impertérrito, “necesito la lectura de hoy”, dice. “Vuelva cuando la tenga”. 
Punto. 
Punto final. 
Debo volver a casa, tomar la lectura del medidor, una foto con el celular y volver. 

Día dos. 
Premunida de varias fotos de buena resolución, lectura actual, boleta y todas las lecturas previas, la misma espera, esta vez ruego a Dios que no me atienda el mismo oficinista.

Por esas cosas de Dios y de la tecnología me recibe una joven, de entrada bastante amable.
Me ofrece asiento y escucha sin mirar su celular. Antes que se distraiga le extiendo los documentos sobre el mesón. 
Espero en mute. 
Ella lee, saca conclusiones, escribe en el ordenador y encuentra la perfecta solución. 
Me ha dado diez minutos de atención, sin trámites ni dilaciones. 
Nada de eso "vuelva mañana" o "le falta otro documento" como sucede habitualmente. 

Debo tragarme los prejuicios, mujer y eficiencia en  esa persona. 
De regreso camino por la extensa avenida y pido perdón al Señor. Ha sido una lección didáctica de cuánto pesan en la cotidianidad los prejuicios.

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Te encarezco delante de Dios 
y del Señor Jesucristo, 
y de sus ángeles escogidos, 
que guardes estas cosas sin prejuicios 
y sin actuar con parcialidad.

1 Timoteo 5:21

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Viñeta: Gracias Liniers 


2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

No hay sexos. Hay personas con lo bueno y lo malo. Un beso

ojo humano dijo...

Sin duda, Susana.
Saludos