lunes, 17 de abril de 2017

Fragmentos. (Parte uno: Jesús)

¿Cuántos trozos tiene el todo de algo?
Como J. L. Borges se preguntara alguna vez " Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros el infinito Aleph, que mi temerosa memoria apenas abarca?  "
No puedo responder a muchas preguntas.
En realidad cada día leo más y sé menos.
Podríamos instuir ciertas aproximaciones, la pizza de domingo se dividirá en los comensales que haya.
A veces tres o cuatro.
El pan del desayuno se distribuye para que al día siguiente haya uno fresco de nuevo, los chilenos aman el pan recién salido del horno.
La tierra está compuesta de muchas naciones. Miro un globo del mundo y juego a buscar países ignorados, cada uno un fragmento que no conoceré, no me quejo, solo me embelesa saber que existen en la imposibilidad de cualquier viaje.  Con el tiempo he comprendido mis limitaciones.
Chile tiene 14 regiones, ninguna es igual a otra.
¿Cuántas partes se necesitan para formar un total notable?
Tal vez solo dos, o quizás muchos, o infinitos.
Depende de extrañas variables, el ánimo, el interés, la conexión, el momento, en fin.
Así que nos lanzamos a este mar de trozos, palabras que pueden hacernos soñar, viajar sin movernos del escritorio y edificar en nosotros la solidez de la fe en la belleza y la eternidad.

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Jesús:
" El Credo de los Apóstoles pasa apresuradamente por la vida de Jesús en un solo párrafo, comenzando con su nacimiento y saltando de inmediato a su muerte, descenso al infierno y ascenso al cielo. Un momento. ¿Acaso no falta algo? 
¿Qué sucedió en el intervalo entre su nacimiento de la Virgen María y su sufrimiento bajo Poncio Pilatos? 
Por alguna razón todo lo que Jesús dijo e hizo en treinta y tres años en la tierra queda descartado en la prisa por interpretar su vida. ¿Cómo pasó la vida aquí en la tierra? 
Los recuerdos de la Escuela Dominical de hecho me distraen de mis esfuerzos por imaginarme la vida diaria de Jesús, porque me la presentaron en escenas de inanimado franelógrafo. Ahí está enseñando. Éste es Jesús abrazando a un cordero. Ahora está hablando con una samaritana y miren, otra conversación con un hombre llamado Nicodemo. Lo que más sea próxima a la acción sucedía cuando los discípulos, en sus barcas miniatura, se balanceaban en el mar azul del franelógrafo. Recuerdo una escena de Jesús en el templo, con un látigo en la mano, pero no armonizaba con nada de lo que había aprendido acerca de Él. Desde luego que nunca lo vi en una reunión. En la Escuela Dominical pude haber aprendido hechos acerca de la vida de Jesús, pero como persona, siguió distante y en dos dimensiones. 
Las películas acerca de Jesús me ayudaron a que para mí adquiriera vida. Algunas de ellas, como Jesús de Nazaret de Zefirelli, procuraron a toda costa recrear ambientes fieles a los relatos evangélicos. A diferencia de las plácidas escenas en franelógrafo, las películas mostraban a Jesús en acción, rodeado de espectadores revoltosos que se empujaban para conseguir verlo mejor e insistir en sus reclamaciones. Al ver estas películas y volver luego a los evangelios, trato de ponerme en mi papel familiar de periodista, o por lo menos en su equivalente del siglo primero. Me mantengo al margen, escuchando y tomando notas, para captar algo de Jesús en mis reportajes, aunque al mismo tiempo consciente de que está produciendo un efecto personal en mí. ¿Qué veo? ¿Qué me impresiona? ¿Me perturba? ¿Cómo puedo transmitirlo a mis lectores?  
No puedo comenzar por donde suelo hacerlo cuando escribo un reportaje acerca de una persona, por describir el aspecto del personaje. Nadie lo conoce. Los primeros retratos semireales de Jesús son sólo del siglo quinto, y fueron simple especulación; hasta entonces los griegos lo habían presentado como una figura joven, imberbe, parecida al dios Apolo. En 1514 alguien falsificó un documento bajo el nombre de Publio Léntulo, el gobernador romano que sucedió a Poncio Pilatos, con esta descripción de Jesús: Es un hombre alto, bien formado y de aspecto amistoso y que inspira reverencia; su cabello es de un color difícil de igualar, y le cae en delicados rizos ...dividido en la parte alta de la cabeza, y le fluye hasta la frente según la costumbre de los nazarenos; la frente es alta, grande y majestuosa; las mejillas inmaculadas y sin arrugas, de un rojo encantador, la nariz y la boca moldeadas con exquisita simetría, la barba, de un color que armoniza con su cabello, le llega debajo de la barbilla y está dividida en el centro como una horquilla; los ojos azul claro, límpidos y serenos ... Reconozco a ese Jesús por los óleos que colgaban de las paredes de hormigón de la iglesia de mi infancia. El falsificador se traicionó, sin embargo, con su siguiente frase: "Nadie lo ha visto nunca reír." ¿Estaba leyendo los mismos evangelios que leo yo, documentos que no dicen ni una palabra del aspecto físico de Jesús pero que sí lo describen realizando su primer milagro en una boda, dando apodos a sus discípulos, y en cierto modo ganándose una reputación de "hombre comilón y bebedor de vino"? Cuando los piadosos criticaban a sus discípulos por ser negligentes en las disciplinas espirituales, Jesús contestó: "¿Acaso pueden los que están de bodas ayunar mientras está con ellos el esposo?" De todas las imágenes que hubiera podido escoger para su persona, Jesús se decidió por la del esposo, cuya felicidad alegra toda la fiesta de bodas. En cierta ocasión le mostré a una clase unas diapositivas de… "
(El Jesús que nunca conocí, Philip Yancey, 284 páginas, para seguir leyendo puedes verlo en:
http://www.iglesiagetsemanidemontreal.com/libros_cristianos.ws )

2 comentarios:

Fernando dijo...

Gracias por el texto y por el enlace, Ojo Humano.

Está muy bien descrito. Un error de la enseñanza religiosa es no mostrar a Jesús como hombre, como persona, como ser humano que sudaba y tropezaba y reía, sino sólo como un conjunto de teorías y de mandatos, igual que uno pudiera estudiar a Adam Smith o a Montesquieu. Pienso que muchos jóvenes que dejan de vivir como cristianos lo hacen porque no se les enseñó a conocer a Jesús-hombre, nunca fue su amigo ni su compañero. El texto que has enlazado explica muy bien esto, y cómo el autor lo superó.

En todo caso ¡¡feliz Pascua!!

ojo humano dijo...

Así es, Fernando.
Leyendo los evangelios con detención podríamos comprender mejor al hombre que fue Jesús...y fortalecer nuestra fe.
Por cierto, hemos tenido una corrida de gente a las playas que ni te cuento, un desierto total este Santiago, una taza de leche. Un gran tiempo de lecturas y algo de cine. Entremedio hasta un funeral, una amiga querida falleció el atardecer del jueves en una paz poco común. Así que fue una Semana Santa bien emocionante.