lunes, 16 de agosto de 2010

Tendencias que vienen (parte1)


La vanidad.

“La silla.
La silla.
La silla.
Y nadie llega.”


Cuando el escritor Jaime Quezada leyó este poema en público todos nos miramos con un signo de interrogación en la cabeza  – simple como es uno de joven- . Con algo de timidez, un oyente se atrevió a pedir una explicación.
Paciente poeta, nos ilustró que él había querido graficar en este pequeño poema la necesidad de acumulación de bienes materiales que todos hemos practicado alguna vez y que a veces no sirven a nadie, una casa linda, un living impecable “no subas los pies a los muebles” gritaba la madre al niño, pero nunca nadie viene de visita o aquello que guardamos con tanto celo se apolilla o se descompone.

Hoy la tendencia es otra. "Casas más grandes y autos más rápidos no nos hacen más felices" asegura el economista naturalista Robert Frank; es más, desde la crisis del 2008, los investigadores están sosteniendo que las personas han empezado a buscar otras formas de felicidad, de ahí la preferencia a prodigarse en viajes o tours y guardar muchas fotos de esos momentos.

¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta,
y sus ganancias en lo que no satisface?
Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno,
y se deleitarán con manjares deliciosos.
(…) Busquen al Señor mientras se deje encontrar,
llámenlo mientras esté cercano.


(Libro del profeta Isaías Cáp.55)




(La fotografía: campos de arroz de Sapa, Vietnam. Un bello lugar para vivir y compartir)

sábado, 14 de agosto de 2010

Sicario.

Cuando era niña en los pueblos del Sur de Chile se escuchaba y bailaba mucha música mexicana, tengo entendido que hasta hoy goza de extensa popularidad entre los campesinos.

Sin embargo, toda la tradición de arte y cultura se ve ensombrecida por estos días con una palabra, un eufemismo, por cierto, que no le hace honor a tan admirable historial: sicario.

Una industria floreciente del asesinato a sueldo ha venido a instalarse en nuestras sociedades incluso, enganchados a la modernidad colocan pertinentes avisos por internet ofreciendo “trabajos” seguros y limpios.
Leo con estupor y pena esta noticia que viene desde México: “Los jóvenes son el blanco de las adicciones y mercado de reclutamiento de los sicarios, admitieron ayer dirigentes partidistas y el Presidente de la República." (*)
"Juan de Valera, en su obra Leyendas del Antiguo Oriente, describía el origen de la palabra: Era el arma que usaron posteriormente los tracios y otros pueblos bárbaros del Norte. Los romanos la llamaron sica, de donde proviene el nombre de sicario. Agachándose con esta arma, el que sabía manejarla asestaba a su contrario el golpe de abajo a arriba, a fin de abrirle el vientre." (**)

El sustantivo significó “asesino de la daga o del puñal”, hoy día podríamos decir de la pistola o la bomba. “Etiam omnes vocamus qui caedem telo quocumque commíserint, dice Quintiliano: "Llamamos sicarios a todos los que cometen asesinato con cualquier arma".
Por cierto, la violencia no es patrimonio de nuestra sociedad y como es de tan antigua data ya debería estar erradicada ¿…?

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Dios, el Señor está haciendo justicia
Él defiende el derecho de los que padecen violencia. (Salmos 103:6)

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(*) http://www.jornada.unam.mx/2010/08/11/index.php?section=politica&article=003n2pol

(**)http://www.elcastellano.org/palabra.php?%20q=sicario

viernes, 13 de agosto de 2010

Preikestolen.

“¿No es acaso mi palabra como fuego,
y como martillo que pulveriza la roca?
—afirma el Señor”


Me paro en el podio y tiemblo.
Este instante eterno define
Lo verídico de lo falso
Lo real de lo irreal

La vida, para que vivas
La muerte en la punta de la lengua.

Me alzo rígida
En la frontera del terror.
Me estremece abrir los labios
¿Podrá alguna de las palabras salvarlos?
O por el contrario ¿los condenará al dolor eterno?



(Preikestolen: Púlpito)

miércoles, 11 de agosto de 2010

Jején


Vaya, qué palabra más rara me he encontrado. Lo más increíble es que está incorporada a la absolutamente decisiva RAE (Real Academia Española).


Un mosquito enano que puede traer más complicaciones que el pisotón de un elefante. 
Un mosquito que casi nunca vemos pero que vive en nuestro jardín (si lo tenemos). 
Como los ínfimos malos hábitos, las pequeñas basuras tiradas en la vereda, un resto de helado por aquí, un envoltorio de caramelo, una colilla de cigarro, un papel lanzado por la ventanilla con todo desparpajo, un diminuto papel con una dirección que deseamos olvidar. 

Me encanta comprobar –cuando viajo por Santiago- que las chicos y chicas de hoy colocan sus papeles (llámese restos de nachos u otros) en sus mochilas o bolsillos personales, a diferencia de algunos adultos que todavía conservan la pésima costumbre de no asumir su basura.

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“Una pequeña locura descompone la sabiduría y el honor” (Eclesiastés 10:1, paráfrasis)
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