Puede una vivir 20, 50 o 100 años en perfectas condiciones.
O puede una bala loca quitarte la vida a los 14.
O llevarte directo a la posta de auxilios con la bala incrustada en las costillas, como sucedió con la hija de mi amiga Ana.
Hay tantas probabilidades que un proyectil te alcance como que un rayo en una tormenta de verano se enamore de tu jardín y se le ocurra visitarlo.
O que un deslave del río por altas temperaturas se le ocurra pasar por tu casa. Estadísticamente, posibilidades casi nulas.
Pero sucedió en Los Ángeles, California.
La jovencísima hija de Sol se probaba un vestido para las fiestas navideñas; sin saber cómo un pequeño pinchazo y al suelo. Al otro lado de la pared un policía disparaba a un delincuente, bala desdichada que traspasa muros y busca el lugar exacto para asentar su dominio.
¿Qué es esto?
¿Tenemos alguna respuesta?
¿Una probabilidad estadística que se cumple?
¿Designio de Dios?
¿Azar?
Una bala loca busca un lugar donde alojarse, no puede estar dando vueltas en el aire por mucho tiempo; quizás cuántas balas están insertas en paredes de edificios, en cielos rasos, en árboles, cuestión que no causa graves daños.
Esta vez buscó un cuerpo, podemos pensar y deducir cuán importantes es la vida humana.
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Un día, el Eterno Dios sacó tierra del suelo,
la esculpió en la forma que llamamos humana,
sopló el aliento que da vida en las fosas nasales del humano,
y el humano se convirtió en un alma viviente.
Génesis 2:7 (Biblia La Voz)
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La foto de aquí: