viernes, 31 de agosto de 2018

El Texto eterno.

Cada mañana leo la Biblia que mantengo en una mesita al lado de la cama.
La escucho en YouTube.
La vuelvo a leer en formato digital cuando estoy fuera de casa, las aplicaciones en el celular son maravillosas, casi tanto como el formato de papel que aún se vende en mi librería favorita.
Memorizo -como otros años- algún pasaje por el placer de comprender las palabras en su más amplia y profunda dimensión.
Esta vez intento con I Tesalonicenses capítulo 5, versión Reina-Valera 1960.
El lenguaje se revela en un armonioso movimiento y musicalidad.
Pareciera que la lengua se suelta al vocalizar y danza en el aire, se libera un placer extraño, inédito.

Siento que la Biblia, semi olvidada por las escuelas y las generaciones modernas, es el mejor libro de ayuda para vivir mejor cada día.
Hay en ella –independiente de si se cree o no que es la Palabra de Dios- una sabiduría y consuelo como en ningún otro libro que haya gustado, aún los más nobles tratados de Teología o las sorprendentes biografías de seres humanos notables.

Habitualmente los evangélicos celebramos cada septiembre el “Mes de la Biblia”.
Habrá ofertas, exposiciones, simposios, conferencias, seminarios. Todo contribuirá a poner este magnífico texto al alcance de cualquiera.
El alma humana lo necesita.


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Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; 
y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, 
sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 
Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.

I Tesalonicenses 5:26-27

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viernes, 24 de agosto de 2018

Nota personal para niño en su cumpleaños (parte 2).

Y llegó el tan esperado día.
El amanecer no augura buen tiempo, aunque los habitantes del Norte ya saben que las nubes lucharán codo a codo y mano a mano con el sol.
Invariablemente vencerá -como en toda lucha- el que sea más fuerte, o tenga más maña.
Venció el sol.
La tarde es cálida, un brisilla suave mueve los globos azul-celeste de la decoración cumpleañera.
La expectativa de la fiesta infantil nos impulsa a la alegría, a dejar correr la tarde en sucesos encantadores, dejarse fotografiar, reír por nada, conversar largamente un chocolate con leche, en suma, gozarlo todo como si fuera el primer cumpleaños que nunca tuvimos.
Los cumpleaños son fechas memorables, marcarán la vida de un niño aunque los recuerdos de este día sean difusos y escasos cuando sea mayor.
Este momento -detenido en el tiempo- definirá su conducta, emociones, sueños, posiblemente hasta su camino de vida.
Tal vez las imágenes lo acompañen hasta la ancianidad ¿quién puede delimitar lo que recordamos?



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"Dale buena educación al niño de hoy
y el viejo de mañana jamás la abandonará"

Proverbios 22:6 (DHH)

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viernes, 17 de agosto de 2018

Interrogantes.

¿Es esta lluvia la misma que caía en mi infancia?
¿El sabor de estas lágrimas se pasará algún día?
¿La nieve en el Cajón del Maipo guarda alguna célula de tu cuerpo rodando cerro abajo en una tarde de invierno?
¿Cómo podría pasear sobre el parque llovido sin dar gracias cuando en Danakil  nunca llueve?
¿Veré renacer la ciudad en la próxima primavera sin oler ni una pequeña rosa?
¿Pasará otro día sin que observe la belleza del mundo?
Siempre hay buen tiempo en mi corazón ¿lograré traspasar el día nublado?
Y la música de las emociones ¿cambiará el curso de la vida?
¿Cómo puedes regresar a la realidad si has leído el poema sagrado?
Y los ausentes ¿volverán algún día?




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Oye, te ruego, y hablaré;

Te preguntaré, y tú me enseñarás.


Job 42:4



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viernes, 10 de agosto de 2018

Arepas.

"Dios da la semilla que se siembra 
y el pan que nos alimenta, 
así que también les dará a ustedes todo lo necesario, 
y hará que tengan cada vez más, 
para que puedan ayudar a otros."
(2 Corintios 9:10)

Cuando los periodistas y los políticos se sumergen en temas tan diversos y alejados de las personas comunes, la calle se mueve en una simbiosis rítmica,  bullente y enormemente variada.
Calles de Santiago, Alameda con Maipú, Alameda con Meiggs, Alameda con Unión Latinoamericana, todas las veredas exhiben colores, olores, sabores de diversas naciones. Jugos de frutas tropicales, brochetas con carnes asadas, papas rellenas, sopaipillas con mostaza, y  arepas, en una esquina colombianas, más allá venezolanas.
Un carro con ruedas prontas a la fuga (ninguno cuenta con permisos municipales), una plancha caliente y albos panes de maíz rellenos con queso invitan a saciar el hambre vespertina.
Las extensas distancias de regreso a casa ameritan un bocado al paso, la voz del muchacho es urgente y persuasiva. Deben vender todo antes que llegue la policía, un par de horas apenas mientras cae el sol y carabineros hace el cambio de guardia.
Comer en la calle me provoca ciertos escrúpulos.
Sin embargo esta manipulación se nota prolija, observo cómo se acercan los trabajadores, la actitud es igual al mejor de los restaurantes;  degustan su arepa en plena vereda sin que nadie los moleste.
Estiro la mano y recibo una en  plato de cartón.
Venzo recelos y me sumo a la multitud que, como si fuera un concierto bien dirigido, compartimos el placer excepcional de la comida.