viernes, 30 de julio de 2021

Historias del Apocalipsis (parte cinco)


Cuando llegó a la iglesia evangélica, la abuela Juanita se estabilizó. 
Su vida no fue muy extensa. 
Padecía asma congénita la que aliviaba con pequeñas pitadas de hojas de chamico, una hierba considerada venenosa para los animales y usada en laboratorios para extraer sus propiedades expectorantes. 
El día que se sintió enferma supo que iba a morir. Rogó al Dios Todopoderoso que le concediera estar solo diez días en cama para reducir la molestia a mi madre que  trabajaba fuera de casa. 

Llegado el día 10 se tendió en la cama, llamó a su hija (mi madre) y al hijo (mi tío). Les pidió que se cuidaran mutuamente y me protegieran siempre, cuestión que ambos cumplieron con creces. 
Luego esperó. 
Pasó algún tiempo, ella rogaba en voz baja. 
De pronto le dice a mi madre “mira, hija, ya vienen a buscarme. Ahí están dos ángeles que me llevarán”. 
Mamá no vio nada, mi tío menos. 
Juanita cerró los ojos, estiró los brazos y se fue con una sonrisa. 

Fue enterrada en una tumba comunitaria, pero ¿qué más da?, lo que importa en la vida es a dónde  vas cuando traspasas el umbral a la dimensión desconocida.



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Bienaventurados de aquí en adelante 
los muertos que mueren en el Señor
Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, 
porque sus obras con ellos siguen.


Apocalipsis 14:13


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2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Tu abuela fue sin duda una mística. Un beso

ojo humano dijo...

Si y una creyente fiel en la bondad de Dios. Me siento bendecida por su vida de fe.