No sabes que están ahí hasta que salen a la luz con toda su incómoda verdad.
Tal vez las experiencias previas nos predisponen e inclinan las preferencias.
La ecuanimidad es un arte poco desarrollado y la intolerancia cada vez es más común.
Prefiero que un hombre solucione este requerimiento.
En el pequeño salón de espera ruego a Dios que me toque un funcionario, cuestión improbable ya que hay solo uno.
Por esas cosas de Dios y de la tecnología él avisa mi número de atención.
Le presento el caso y los antecedentes. Me mira impertérrito, “necesito la lectura de hoy”, dice. “Vuelva cuando la tenga”.
Punto.
Punto final.
Debo volver a casa, tomar la lectura del medidor, una foto con el celular y volver.
Día dos.
Premunida de varias fotos de buena resolución, lectura actual, boleta y todas las lecturas previas, la misma espera, esta vez ruego a Dios que no me atienda el mismo oficinista.
Por esas cosas de Dios y de la tecnología me recibe una joven, de entrada bastante amable.
Me ofrece asiento y escucha sin mirar su celular. Antes que se distraiga le extiendo los documentos sobre el mesón.
Espero en mute.
Ella lee, saca conclusiones, escribe en el ordenador y encuentra la perfecta solución.
Me ha dado diez minutos de atención, sin trámites ni dilaciones.
Nada de eso "vuelva mañana" o "le falta otro documento" como sucede habitualmente.
Debo tragarme los prejuicios, mujer y eficiencia en esa persona.
De regreso camino por la extensa avenida y pido perdón al Señor. Ha sido una lección didáctica de cuánto pesan en la cotidianidad los prejuicios.
---------------------------------------Te encarezco delante de Diosy del Señor Jesucristo,y de sus ángeles escogidos,que guardes estas cosas sin prejuiciosy sin actuar con parcialidad.1 Timoteo 5:21---------------------------------------
Viñeta: Gracias Liniers