jueves, 19 de junio de 2014

Ahí estás Tú.


Si corro a lo más lejos del desierto, ahí estás Tú 
Si vuelo a lo más alto de los cielos, ahí estás Tú 
Si escondo yo de ti mi rostro, ahí estás Tú 
Si caigo, lloro y de ti corro, ahí estás Tú 

Con tu amor con tu perdón, con tu amor 
Con tu amor con tu perdón, con tu amor 
Me amas y no hay nada que yo pueda hacer 
Me abrazas y no importa que tan lejos esté 
Cada segundo de mi vida 
Cada aliento que mi corazón respira 
Estas cerca de mí 
 Estas cerca de mí. 

Si yo resbalo y no puedo levantarme, ahí estás Tú 
Si fallo yo en a ti buscarte, ahí estás Tú 
Si en mi debilidad yo caigo, ahí estás Tú 
Si en mi vergüenza te defraudo, ahí estás Tú 
Con tu amor con tu perdón 
Con tu amor, con tu perdón 

Me amas y no hay nada que yo pueda hacer 
Me abrazas y no importa que tan lejos esté 
Cada segundo de mi vida 
Cada aliento que mi corazón respira 
Estas cerca de mí 

Me amas y no hay nada que yo pueda hacer 
Me abrazas y no importa que tan lejos esté 
Cada segundo de mi vida 
En cada espacio de mis días 
Con cada dulce melodía 
Toda la noche, tarde y día 
Cada segundo de mi vida 
Cada aliento que mi corazón respira 
Estas cerca de mí 
Estas cerca de mí

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Canción gracias al álbum "Confesiones de un corazón agradecido"
de Coalo Zamorano. 
Para escuchar otras canciones aquí:  

 

lunes, 16 de junio de 2014

Milagros diarios.

Cada mañana corro la cortina de la ventana y agradezco. 
Estoy viva. 
Puedo mirar, respirar, caminar, oler,  tocar y los mil verbos del día. 
No sé qué me trae la jornada. 
Tal vez un accidente fatal. 
Quizá una falla en el cerebro (como mi amiga Li.), una breve pausa del corazón, un dolor intenso en la espalda, una caída vergonzosa.

O un milagro.

Como el de hoy. 

El conductor cruzó velozmente con luz roja, yo estaba a punto de cruzar con la luz verde, conduciendo confiada, si voy un poco, solo un poco más rápido me arrolla, me mata, no sé. 
Quedé turbada, mezcla de asombro, sorpresa, perplejidad, todo en segundos. 
Seguí conduciendo hasta mi casa. 
Mientras escribo voy comprendiendo lo sucedido. 
Antes que el día termine, antes que el sol se oculte en el Pacífico, antes que los ojos se cierren para el descanso, doy gracias a mi Padre que ha enviado su ángel para librar mi vida de …¿la muerte? ¿invalidez? ¿hospital? 

Recuerdo al salmista cuando escribe: “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora”. 

¿De cuántos accidentes,lesiones, dolores, pérdidas, heridas y emergencias nos ha librado Dios?
No tenemos ni la más remota idea.
Este incidente fue una lección visual de su cuidado diario.
¿Por qué no agradecer, entonces?

 





viernes, 13 de junio de 2014

Partido Chile vs. Australia.

Me rindo. 
Después de practicar una absoluta indiferencia, luego una oposición pasiva y por último un sufrido silencio, casi tildada de antipatriota, lo reconozco, he sido superada por la marea roja. 
Por todos lados escucho el sonar de las bocinas, las famosas “vuvuzelas” invaden las calles, la tv. está inmirable, mis vecinos de los departamentos nuevos han llenado de banderas chilenas sus terrazas, las paradas de buses repletas de peatones esperando un bus que no aparece, desesperados por llegar a sus hogares a la hora del partido Chile-Australia, todo tema se ha postergado por 90 minutos.
La vida parece detenida en las imágenes de la pantalla, en todo lugar. 
El aire huele a asado, abandonadas en mi reja han quedado botellas vacías de cerveza que han dejado los transeúntes.
La loquita del barrio pasa hablando incoherencias sin mirarnos, solo ve los amigos invisibles con los que se ríe o pelea, de la fiesta callejera no se percata.
Es la media hora previa y las aceras poco a poco van vaciándose. 
Yo abro una etiqueta con “deportes”, en este blog. Me da vergüenza poner fútbol. 
Y pienso que nuestro evangelio no ha sabido imbuir de pasión la vida de los creyentes, eso me apena. 
Tal vez por eso los deportes masivos han tomado un lugar desmesurado. 



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Entrénate para una vida dedicada a Dios. 
El ejercicio físico te sirve de algo, 
pero una vida dedicada a Dios te trae bendiciones 
tanto para la vida presente 
como para la del mundo venidero. 

1 Timoteo 4:7-8 (PDT) 
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domingo, 8 de junio de 2014

Minuto de fama.

Ingreso a una librería cristiana, hojeo libros con entusiasmo,  tanta oferta me marea.
Cerros de libros por todos lados a precios diminutos.
Max Lucado (alguna vez fue inalcanzable para mi bolsillo) a 2 dólares, ¡Dios!, ¿vale la pena escribir si vas a terminar liquidado en una bodega?
Tal vez lo más grande de los grandes autores que terminan con sus libros en remate es esto, la posibilidad que personas con menos recursos puedan acceder a ellos.
Y más aún, me encontré con el día del 25 % de descuento ¡aleluya!
Mientras cancelo la cajera dice mi nombre para darme la boleta con el total.
Alguien que espera en la fila lo escucha y me dice ¿usted estudió en tal seminario?
-Vaya, sí.
-Yo fui alumno allí también, de una clase inferior a la suya, aclara.
Yo, en blanco. No me suena la cara ni el nombre.
Y él narra con lujo de detalles mi vida de estudiante, estoy tan impresionada que me quedo muda mientras él hace recuerdos de esos años maravillosos.
Nos despedimos con mutuas bendiciones.
Mientras regreso a casa no puedo dejar de sentir un asombro extravagante.
¿Cómo es posible que alguna vez haya impresionado a alguien que guardó en su memoria un nombre y un rostro tan común como el de cualquier chilena?
¿Cuántos recordarán mi defensa del idioma, los rasgueos guitarreros, las risas incontenibles en la hora de la cena, las bromas, las escapadas a casa de Febe a jugar tablero chino?
Hoy el Padre me ha dicho que,  aun en mi oscura y nada de original vida, alguien recuerda mi nombre, me ha distinguido entre la multitud y me ha destacado.
Por un minuto me he sentido extraordinaria.
Extraordinaria.
Suena bien.
Solo un minuto más, Padre, déjame disfrutar mi momento de fama.



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Hazme saber, Jehová, mi fin, 
Y cuánta sea la medida de mis días; 
Sepa yo cuán frágil soy. 
He aquí, diste a mis días término corto, 
Y mi edad es como nada delante de ti; 
Ciertamente es completa vanidad todo hombre que vive. 


Salmos 39:4-5

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