En nuestro jardín hay una diversidad de cactus que se multiplican sin intervención humana. Crecen y crecen a su arbitrio natural.
Cierto día trasplantamos uno que estaba demasiado exuberante. Un buen lugar, protegido de los vientos, cerca de la reja, toda una instalación autóctona.
No pasaron muchos días y había desaparecido toda su copa, ahí quedó el tronco herido y deslucido.
Pena.
Ayer sonó el timbre, un muchacho tiene en su mano un lindo macetero con un cactus San Pedro de enorme belleza.
-Venía a devolver esto- dice con tranquilidad. Lo he tomado de su jardín y ya estoy un poco mayor como para hacer estas leseras, agrega.
No sé qué decir.
Lo miro, miro el cactus, me pilla de sorpresa.
Después de un breve diálogo lo despido con su macetero, ahora legalmente suyo.
¿Podría negarme al perdón?
De ninguna manera, considerando su arrepentimiento, el valor para reconocer su falta y la disposición a repararla.
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Sean tolerantes los unos con los otros,
y si alguien tiene alguna queja contra otro,
perdónense, así como el Señor
los ha perdonado a ustedes.
Consejo del Apóstol Pablo en Colosenses 3:13
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2 comentarios:
Da gusto encontrar buenas personas. Un beso
Así es, Susana. Me alegró el día.
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