jueves, 27 de diciembre de 2018

Tributo a la nostalgia (parte 1)

"¡Desconfía del futuro por agradable que sea!
Deja que el pasado muerto entierre a sus muertos.
 ¡Actúa, actúa en el vivo presente
 el corazón firme y Dios guiándote!"

Henry Wadsworth Longfellow 

 No la retengas, déjala fluir,  dije.
Los últimos días del año traen esa leve cadencia en los sentimientos, una suerte de sensación acerca del pasado, mitificado y legendario.
Como si el dolor de esos días hubiese desaparecido –o por lo menos atenuado-, los grandes conflictos se resolvieron, algunos solos, otros por gracia de Dios y los insolubles se diluyeron en el tiempo.
Así se nos deja caer la nostalgia, a nivel mundial, local, personal.

 El presidente Trump recuerda cuando su país lideraba los índices de felicidad mundial, China sueña con los pasados imperios, India vuelve al nacionalismo hindú. Casi dos tercios de los británicos dicen que la vida de “antes” era mejor; una encuesta de 28 países en 2017 encontró que más de la mitad de los encuestados esperaban que sus condiciones de vida se estancaran o empeoraran.
Solo el 15% de los japoneses piensa que sus hijos serán más ricos que sus padres.
Algunos en Chile rememoran una y otra vez la caleidoscópica memoria previa a 1973 donde los jóvenes eran respetuosos, las normas morales no estaban en el tacho, los niños iban al colegio a estudiar para tener una profesión y el aire incontaminado de las grandes ciudades no provocaba la serie de patologías de hoy.
O sea, “todo tiempo pasado fue mejor”.

 No la retengas, le dije, déjala fluir.
 Cantamos un tema navideño en nuestras reuniones durante diciembre, él estaba de pie y revivió “esa noche”, el recuerdo casi lo precipita al suelo. Sus ojos se humedecieron, la mirada fija en el infinito, otro lugar, la misma canción.
Y me pregunté ¿para qué sirve la nostalgia?
¿Hace bien a nuestro ánimo?
¿Nos estimula o nos provoca tristeza?
Porque si somos sinceros tendríamos que reconocer, Dios estuvo ahí, en ese pasado maravilloso o anodino, Dios siempre presente.
 Como lo escribe  el salmista David (siempre tan atinado): “Señor, tú sabes todo lo que hay que saber sobre mí. Percibes cada movimiento de mi corazón y mi alma, y entiendes todos mis pensamientos antes que –incluso- entren en mi mente. Estás tan íntimamente consciente de mí, Señor. ¡Lees mi corazón como un libro abierto y sabes todas las palabras que voy a decir antes de que empiece una oración! Sabes cada paso que daré incluso antes de que comience mi viaje. Entraste en mi futuro para preparar el camino, y con amabilidad me sigues para evitar el daño de mi pasado”. (Salmos 139 traducción libre la Biblia TPT)



(Fotografía tomada de las noticias web)


viernes, 21 de diciembre de 2018

Para mis amigas (os) que no celebran Navidad.

Unas celebran con pavo.
Otros con asado y pan dulce.
Algunas regalan, otros reciben regalos.
Mi amiga E. sale a dar cena a las calles en nochebuena a los indigentes (recibe mi admiración).
Otros se acuestan a dormir, cansados de tanto trabajo, horas extra y demasías.
Algunos gastan miles de pesos en luces y energía para decorar árboles, ventanas, puertas o casas completas.
Otros apenas encienden una ampolleta en ahorro al gasto energético.
 Algunos celebran por su fe.
Otros no lo hacen por la misma convicción.

Un querido amigo estaba bien triste porque descubrió que Jesús NO nació en diciembre.
Otro zanjó la cuestión “si nos hemos puesto de acuerdo en esa fecha –que por supuesto no estamos seguros-, nos respetaremos”, dijo tranquilamente.

No está mal tener un pino, una buganvilia o un gomero de adorno, no está mal comer pavo, lechuga o palta, yo aceptaría hasta una ensalada de porotos con cebolla morada, no está mal recordar que somos cristianos –seguidores de Cristo- y que lo hagamos como nuestra cultura lo permita.
Lo mal está que queramos obligarnos unos a otros, a hacerlo o no hacerlo.
Tenemos mucho por celebrar.
A un hombre que nació.
A Jesús que vivió.
Al que resucitó.
Esa es nuestra fe, mi fe.

Somos libres para manifestar nuestras costumbres y creencias (todavía, gracias a Dios).
No necesito de una fecha particular para celebrar, ni un árbol o una comida, sencillamente lo hago para compartir con mis amigos, hermanos, vecinos eso que nos une como seres humanos.
Es verdad que a muchos les atrapa la desesperación por los regalos, la superficialidad y el consumismo, ¿no es eso un signo de los tiempos más que de una fecha particular?
Si mis amigas y amigos que se abstienen desean no celebrar,  respeto esa decisión.
Mi amiga Vi. dice “a cada persona le amanece a diferente hora, depende a qué hora se levante”.

Ruego a Dios que tu Navidad sea gozosa, plena de la gracia de Dios, alegre en la alegría de los niños, solemne en las canciones y por sobre todo, llena de la Presencia Santa del Señor Todopoderoso.

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Hay quienes creen 
que un día es más importante que los demás. 
Pero hay quien considera que todos los días son iguales. 
En cuestiones como estas,
 cada uno debe estar seguro de lo que piensa. 
 El que guarda un día lo hace para honrar al Señor. 
El que come de todo, 
come para el Señor y lo muestra dándole gracias. 
Pero la persona que no come de todo, 
de esa manera trata también de agradar al Señor, 
y también le da las gracias.
Nosotros no somos tan independientes 
como para poder vivir 
o morir para nosotros mismos.

Carta del Apóstol Pablo a los Romanos 14:5-7
(NBV)

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miércoles, 19 de diciembre de 2018

Otras formas de celebrar Navidad

El año que nos regalaron a Tomyli –nuestro perro sharpei- se acabó la parafernalia navideña en casa.
Ningún adorno sería tan resistente para sus pequeños y fuertes dientes, su curiosidad peligrosa y su juguetón comérselo todo.
Como padres de un bebé mimado, abandonamos los ornamentos y nos dimos cuenta que aún al año siguiente seguía con sus costumbres de criatura pequeña.
Colgamos algunas luces en las ventanas, una corona en la puerta y un arreglo sencillo en la mesa de comer, nada que lo pusiera en peligro.
¿Es más valioso un árbol de plástico a una mascota?
Sin duda todos convenimos que la vida (incluso  la de un perro) es más importante.
Nuestras navidades se han transformado, casi sin darnos cuenta, más discretas, más caseras.
Aun así, nunca han sido menos sagradas y luminosas.
La celebración de un niño, la gratitud a Dios por su gracia, la unión familiar, la paz en la mesa y -por qué no decirlo- la compañía encantadora  de estos regalos, perro, gatas, patos, zorzales, seres vivos que nos  alegran  los días.


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Después de esa reunión, 
los sabios siguieron su camino, 
y la estrella que habían visto en el oriente los guió hasta Belén. 
Iba delante de ellos y se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. 
Cuando vieron la estrella, 
¡se llenaron de alegría! 
Entraron en la casa 
y vieron al niño con su madre, María, 
y se inclinaron y lo adoraron. 
Luego abrieron sus cofres de tesoro 
y le dieron regalos de oro, incienso y mirra.

Evangelio de Mateo 2:9-11

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viernes, 14 de diciembre de 2018

Vidas paralelas.

Debo estar diciendo esto con un suspiro 
De aquí a la eternidad: 
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo, 
Yo tomé el menos transitado, 
Y eso hizo toda la diferencia. 
Robert Frost) 

La mañana azul adornaba con una sombra encantadora su figura vestida con solemnidad, camino directo  al Registro Civil.
Era el día de su boda.
Frente al juez esperaba aquel hombre que aceptaba una mujer-madre con su hija de dos años a cuestas.
Para aquella cultura un hombre así era de una particular nobleza y mi madre supo que no hallaría otro de esa calidad.
Caminó bordeando la sombra matutina, solo quedaba un breve tramo y saldría del lugar con una flamante libreta de casada que borraría el estigma de madre soltera.
Titubeó un momento.
Se detuvo en una banqueta y descansó.
Miles de imágenes llenaran su cabeza.
El hombre nunca miraba a su niña.
Nunca le trajo un regalo.
El hombre ignoraba esa pequeña persona.
Ni una vez la llamó por su nombre.
 El hombre querría hijos propios.
 Su niña sufriría el desaire de los hijos legítimos.
Se paró, arregló su vestido y desanduvo el camino.
Eligió el camino más difícil, el insulto, el menosprecio, la ofensa legal de cualquier comadre de barrio.
Todo aquello sería soportable si su hija era feliz.
Y lo fue.
Cada decisión define el futuro, si mi madre hubiera elegido firmar un contrato, un hogar legalizado, una familia, mi vida hubiera sido absolutamente otra, una vida paralela se quedó en suspenso en aquella mañana azul.
Lo que otros eligen es nuestra vida, lo que elegimos nosotros es la vida de otros hasta varias generaciones.
Dios honró a mi madre (Q.E.P.D.) porque eligió el camino menos transitado.


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Dios dijo: 
«Verdaderamente te bendeciré 
y te daré muchos descendientes».

Hebreos 6:14

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viernes, 7 de diciembre de 2018

Campo de chamico (datura ferox)

Dicen "aquello que te sana también te puede matar".
O lo contrario.
El chamico puede matar, pero también ayuda en ciertas afecciones -por cierto- en dosis pequeñas.
Alguna vez he contado cómo mi abuela soportaba el asma fumando sus hojas secas al sol.

Me pareció extraordinario, de vuelta de un viaje observo un campo de chamico (datura ferox) en todo su esplendor.
Siempre tuve la impresión que esta planta alucinógena y silvestre era bastante dañina.
Los campesinos la arrancaban de raíz para prevenir que los animales –por casualidad- la comieran.
Pero he ahí, un espacio entre el paisaje de la tarde, maizales, viñas, paltos y de pronto las flores blancas hacen un cambio de giro en el pensamiento.
Inusual.
La ruptura de paradigmas abre una cascada de interrogaciones.
¿Será legal su cultivo?
¿Será sano?
¿Será productivo?
¿La usarán en laboratorios?
¿Quiénes?
¿Para qué?


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Después Dios dijo: 
«Que de la tierra brote vegetación: toda clase de plantas con semillas y árboles que den frutos con semillas. 
Estas semillas producirán, a su vez, las mismas clases de plantas y árboles de los que provinieron»; 
y eso fue lo que sucedió. 
La tierra produjo vegetación: 
toda clase de plantas con semillas y árboles que dan frutos con semillas. 
Las semillas produjeron plantas y árboles de la misma clase. 
Y Dios vio que esto era bueno.

Génesis 1:11-12
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