viernes, 27 de noviembre de 2020

Maradona, Zurita, covid-19


La muerte es -casi siempre- un acto involuntario.
A veces con una dolorosa espera o sorpresiva; conmovedora y siempre triste. 
Cuando Diego Maradona salía a la cancha de fútbol el mundo parecía detenerse en sus pies, como si hubiera entre él y el balón un romance íntimo que apenas podíamos vislumbrar. 
Nos golpea la noticia de su partida, nos consterna, mis amigas exclaman “tan joven, qué lamentable.” Agradezco esa vida donada a nuestra generación; la emoción del gol que hace vibrar las multitudes; el júbilo que levanta los ánimos, el alborozo de un pueblo. 
Toda vida es un regalo de Dios para el mundo.

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El pasado martes,  Raúl Zurita, poeta chileno,  recibió en España el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, otorgado por el Patronato Nacional de España y la Universidad de Salamanca, en una ceremonia presencial, guardando los protocolos covid-19. 
A sus setenta años, el poeta continúa con proyectos. Te comparto un fragmento de su discurso: 
“En un mundo de víctimas y victimarios, la poesía es siempre la primera víctima, pero es también la primera que se levanta desde su propia muerte para decirnos a los sobrevivientes que, no obstante todo, vendrán nuevos días. He intentado describir esos nuevos días y esa es quizás la única razón por la que estoy aquí. He imaginado largas sagas alucinantes, poemas interminables que se me borraban como polvo en los dedos en el momento de escribirlos; he visto el Pacífico suspendido sobre las cumbres de Los Andes y cuadrillas de aviones dibujando con líneas de humo en el cielo el rostro mi madre Ana Canessa… “ 
Para entender un escritor (y a  cualquier persona) es un acto de respeto leer su obra. 
Te dejo un par de direcciones de interés. 



 * 

"El covid-19 ha venido para quedarse -me comenta un amigo-. Les estoy enseñando a mis hijos solidaridad en el uso de la mascarilla y la distancia social."

La pandemia se mueve como la marea del Pacífico, ciertas regiones se contagian, otras decrecen para luego volver a re-infectarse. Las medidas cambiantes, en algunos lugares los protocolos exagerados, en otros ninguno. 
Muchos tienen esperanza en una vacuna que los inmunice. 
Por ahora, adoptar ciertas diligencias en el aseo, el auto-cuidado  y el respeto por el otro serán nuestra vacuna natural.

*

"Todo tiene su tiempo. 
Hay un momento bajo el cielo para toda actividad: 
El momento en que se nace, y el momento en que se muere; 
el momento en que se planta, y el momento en que se cosecha; 
el momento en que se hiere, y el momento en que se sana; 
el momento en que se construye, y el momento en que se destruye; 
el momento en que se llora, y el momento en que se ríe; 
el momento en que se sufre, y el momento en que se goza;"

Eclesiastés 3:1-4



viernes, 13 de noviembre de 2020

Convivencia vial


Viajamos 

por diversos medios.
Nuestras piernas son el vehículo básico, otros han  ayudado y agradecemos a los inventores que han venido a  acercarnos los paisajes. 
Tengo un pequeño auto (city car) donde cuatro personas pueden ir cómodamente sentadas. 
Me gustan las bicicletas, los caballos, viajaría hasta en camello, en moto, jamás. De solo pensarlo me da vértigo.
Las motos y yo hemos sido enemigas a morir. Ellas   han  quitado  la vida de jóvenes amigos en accidentes extraños (por decirlo de alguna forma) , una piedra en el camino, un viraje brusco, una frenada del que te antecede, la velocidad y un bache provocan lo fatal e irreversible.   

Pero qué duda cabe, podemos convivir pacíficamente en las rutas. No necesitamos tomar las calles como pistas de carrera, actitud  generalizada en los motoqueros o, los vehículos mayores ignorando a los pequeños como si el espacio fuese propio. 




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 Si es posible, 
y en cuanto dependa de ustedes,
 vivan en paz con todos.


Romanos 12:18 NVI

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viernes, 6 de noviembre de 2020

Cuando un amigo se va


Voy al funeral de un amigo. 
El sentimiento de ausencia es aún más intenso por los protocolos sanitarios, nada de abrazos (que sí los hubo), distancia entre los asientos, nada de refrigerio, limitada cantidad de personas, solo unos minutos en el interior, la autoridad ha sido rigurosa, aun cuando su partida fue por otras causas. 

Es interesante ver cómo la familia cristiana tiene esa reacción noble ante un desenlace inesperado, esperanza y tranquilidad. Fuimos de la misma generación así que es invariable pensar que estoy acercándome ligeramente a lo invisible. 

 Esta tarde, regresando a casa todo me parece único, esencial, nada cotidiano. Hasta el sonido destemplado de la ciudad me provoca un agrado desconocido, un zorzal canta en el jardín y no puedo dejar de pensar que por generaciones seguirá aquí, con la misma canción para los que habitarán esta casa. Todo es precario y maravilloso cuando el halo de la muerte pasa cerca; los minutos se vuelven preciosos.


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Pues sabemos que, 
cuando se desarme esta carpa terrenal en la cual vivimos 
(es decir, cuando muramos y dejemos este cuerpo terrenal), 
tendremos una casa en el cielo, 
un cuerpo eterno hecho para nosotros 
por Dios mismo y no por manos humanas. 

 2 Corintios 5:1 NTV 

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