Era el otoño del 2020, recién iniciada la pandemia.
Muchas personas en la incertidumbre, algunos con necesidades básicas.
Ella organizó una mesa compartida.
Durante más de dos años tuvo la perseverancia de dirigir un grupo de vecinos para repartir a domicilio almuerzos gratuitos.
Cada viernes cincuenta hogares recibían este regalo.
Como una hormiga, Camila -una chef con su restauran cerrado- buscaba donadores de verduras, carne, insumos o dinero para sostener esa ayuda.
No recurrió al Estado, simplemente a personas con voluntad de contribuir con algo tangible.
Hay muchas historias en tiempos de crisis.
Esta es una que no acapara prensa pero que deja una estela de gratitud.
Y sin duda, una recompensa eterna.
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Así que,
según tengamos oportunidad,
hagamos bien a todos,
y mayormente a los de la familia de la fe.
Gálatas 6:9
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