He estado en muchos lugares.
Orfanatos, casas de reposo, hospitales, fiestas de bodas, catedrales, bibliotecas, iglesias pequeñas, hoteles, centros de eventos, en fin, en lugares de acogida para seres tímidos que buscan disminuir sus momentos de soledad.
Solo hoy conocí la casa de la compasión.
Acompaño a una amiga a exámenes.
Esas cosas vagas en el cuerpo que de pronto se materializan en una pantalla con mal diagnóstico.
Por temas de aforo entra sola al edificio.
Ingreso a una sala de recepción al aire libre.
La espera es larga.
Leo, escribo y agotados los recursos me dedico a mirar.
Algo llama la atención, nadie llega solo.
Muchas personas van y vienen, ingresan vehículos, sillas de rueda, jóvenes, ancianas, todos con alguien del brazo.
Hay en la inclinación de una madre hacia su hija un gesto imperceptible de protección y angustia; hay en la esposa una mano delicada que da de beber con lentitud al hombre de pelo cano y mirada hundida.
Todos tienen algo común, compasión.
Los que caminan lo hacen a paso lento, los brazos se extienden para atrapar el cuerpo que se les escapa en la mortal enfermedad, todos son luchadores queriendo arrebatarle a la muerte el aliento del amado; todos tienen esa mirada indefinible de esperanza y determinación.
Sentada en este lugar me invade una ola desconcertante de compasión, como si un "viento recio" hubiera descendido al lugar y lo traspasara todo.
Pienso que tal vez es el mismo Jesús de aquella lejana ciudad, mirándonos.
“Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor.” (Mateo 9:36)
4 comentarios:
En situaciones difíciles sale lo mejor de cada uno. Un beso
Sin duda, así es Susana.
Un abrazo, que tengas buen fin de semana.
Espero que ya estés sanita.
Bendiciones.
Observando es como se logra la cátedra de conocimientos vitales.
SAludos.
Así es Manuela.
Saludos y gracias por comentar.
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