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miércoles, 1 de septiembre de 2010

El Silencioso.

Vivía cerca de nuestra casa. A veces  lo veía en el bus a esa hora de la tarde cuando todos regresan rendidos de la larga jornada. Él se bajaba en el bar, distante a unas cinco cuadras de su hogar, bebía con sus amigos un trago, conversaba, tal vez para darse ánimo, las cosas no iban bien con su mujer, es lo que después se supo.

Una de esas tardes no volvió. Lo encontraron flotando en las aguas profundas del canal El Silencioso, le llaman así, dijo un funcionario, “porque su profundidad es como la boca de la muerte, todo el que cae aquí no sale vivo”.
Lo hallaron enredado en una de las compuertas, más blanco que una hoja de papel para imprimir. Totalmente lívido y sin muestras de violencia, como si las aguas hubiesen limpiado su cuerpo de toda culpa o sufrimiento.
¿Qué hacía Don Carlos paseando a altas horas de la noche por ese territorio peligroso y mortal?

¿Iba solo?
¿Cayo, resbaló o alguien lo empujó?
Un misterio. La investigación no dio claros resultados y el forense anotó como “caída accidental” cuando le entregó a la familia las conclusiones finales.

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Porque yo no quiero la muerte del que muere,
dice Dios, el Señor.
¡Cambia de manera de pensar, pues, y vivirás!

(Ezequiel 33:11)

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Aunque a algunos les parezca tardanza,
el Señor no va a demorar el cumplimiento de su promesa;
sólo que él, por evitar que alguno se pierda,
está alargando pacientemente el plazo
para darle a todo pecador ocasión de arrepentirse.

(2 Pedro 3:9)

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viernes, 26 de marzo de 2021

Canal de Suez y el "Ever Given".

 

Por primera vez en meses un barco le atrapó al covid -19 las portadas a los diario. 
El "Ever Given", un navío de más de 220.000 toneladas que se dirigía a Róterdam procedente de Asia, encalló entre la noche del martes a miércoles y quedó atravesado bloqueado en el tramo sur del Canal de Suez. 
Este miércoles, remolcadores y unidades de rescate intentaban desencallar un gigantesco buque portacontenedores en el Canal de Suez, que afectó una de las rutas comerciales más transitadas del mundo provocando retrasos a decenas de naves. El incidente ha hecho subir el petróleo en un 5% hasta ahora.
Siento un interés fuera de lo común por la historia  de los canales y su importancia en el desarrollo de las sociedades,aparte de la metáfora implícita y las lecciones de vida que podemos inferir.

Recuerdo el canal provisional que creó Dios -justamente en el Mar Rojo- para un pueblo de esclavos que huían de Egipto hacia la tierra de sus sueños: 
"Moisés, por su parte, extendió su brazo sobre el mar, y Dios hizo que un fuerte viento soplara durante toda la noche. El viento partió el mar en dos, y en medio dejó un camino de tierra seca. 22 El agua formaba dos grandes paredes, una a la derecha y otra a la izquierda. Por ese camino comenzaron a pasar los israelitas." (Éxodo  14:21-22 TLA)
***

La historia de otro canal el Silencioso:


Un poco de historia del canal de Suez: 



lunes, 9 de febrero de 2015

Prácticas obsoletas (parte 1): puntualidad.

 "No por mucho madrugar amanece más temprano".
"A quien madruga, Dios le ayuda".
"Mejor nunca que tarde". George Bernard Shaw.
"Mejor tarde que nunca"
"La puntualidad es una virtud si no te importa sentirte solo".
Autor desconocido.

He hecho una encuesta, bien básica y local.
Y he llegado a la conclusión que los chilenos somos top en impuntualidad.
En mi congregación 3% asistentes llegan media hora antes del horario establecido.
Un 10 % a la hora.
Casi un 90 % atrasados, cinco, diez, treinta minutos.
Y no falta alguno que llegue cuando nos estamos despidiendo, despistado total.

Ni hablemos de bodas, donde la novia siempre debe llegar atrasada, una amiga nos hizo esperar ¡dos horas!. Pensamos que había dejado plantado al novio.
Ser puntuales ya no es un plus, ni una virtud o una buena costumbre en mi país.
Es casi ofensivo ser puntual.
Es un reproche silencioso, es exponer la descortesía, la falta de respeto por el tiempo ajeno.
Es sacar a flote una conducta nada de considerada. Eso no se perdona.
Es como gritar en la vía pública “ladrón, ladrón” a alguien que está robando. Un amigo se ganó un puntazo en el vientre por poner en evidencia pública a un "lanza", estuvo varios días al borde de la muerte.

Exponer los defectos públicamente no deja de tener sus bemoles.
Muchas costumbres tratan de sostenerse en el tiempo - la puntualidad era bien vista, tanto como la “palabra de honor”, la austeridad, el buen nombre o la veracidad-, pero cada época tiene sus propias decadencias, tanto que se transforman en nuevas tendencias aceptadas e impulsadas por los llamados progresistas que desean cambiarlo todo.

Con el tiempo me he acomodado al cambio.
¿No es eso lo que hacemos incorporando las tecnologías y adminículos al uso hogareño?
Sería fatal vivir sin electricidad, agua potable, cocina a gas o refrigerador.
 Tal vez no vale la pena estresarse por los impuntuales –una amplia mayoría- y sentarse a esperar leyendo un buen libro, tejiendo un mantel para decorar una fiesta especial o escuchando un concierto en el celu.

Y sonreír cuando la de marras nos atosiga con excusas, que “el taco” no me dejaba avanzar, el transantiago venía a paso de tortuga, no puedo salir sin mis pestañas o tuve una llamada de última hora.

El pastor Rick Warren dice en alguna parte: “En las creencias esenciales tenemos unidad. En las creencias no esenciales tenemos libertad. En todas nuestras creencias mostramos caridad”.

¿Cambiar la praxis nacional del retraso? 
¿Se podrá?


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Pagad a todos lo que debéis: 
al que tributo, tributo; 
al que impuesto, impuesto; 
al que respeto, respeto; 
al que honra, honra.
 

Romanos 13:7

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miércoles, 22 de enero de 2014

Otras humillaciones.

Estoy en la fila del banco. 
Un hombre anciano se acerca a la caja. 
Espera algo. 
Es pequeño, usa camisa abotonada a pesar del calor, el pelo con gomina, formal y sobrio. De pronto alza la voz venciendo la timidez, resuena el espacio aséptico y silencioso: “he hecho fila por años, a mi edad ya es difícil esperar media hora, señor…“ (se dirige al cajero) 
El hombre de la caja lo mira con cierta indiferencia, “tiene que esperar”, le dice ásperamente. 
El anciano vuelve a protestar, alguien de la fila le cede el lugar, todos nos sentimos incómodos, la humillación ajena es casi tan dolorosa como la propia. 
Alguien de la fila también levanta su voz, apoyando. 
Antes que se arme un enredo y aparezca el jefe, el cajero llama al anciano, cuenta uno a uno los billetes, lentamente, como si atendiera a un niño. A estas alturas, con el dinero en sus manos, el anciano recupera la ecuanimidad, se retira dando gracias tímidamente. 


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El humilde se alegrará de nuevo en el SEÑOR 
y los necesitados encontrarán felicidad en el Santo. 
El dictador dejará de existir, 
el arrogante no permanecerá… 

Isaías 29:19 
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lunes, 24 de enero de 2011

La Peni (3)

Un barullo.
Como el aleteo de muchas alas, como el caer de las hojas en un día de otoño, como el ruido insistente de las olas, las voces se confunden en una para formar un sonido uniforme. 
La espera es larga antes de ingresar a la Penitenciaría y conversar es un ejercicio que se practica sin culpas o superioridad-inferioridad. Todas las personas tienen una historia interesante para contar, todas oímos con respeto. 

Códigos. Todo tiene un código silencioso que no se transgrede. Si una va por primera vez, debe mirar y aprender. Escuchar para no "meter la pata" (dicho en Chile). O sea, no equivocarse porque puede pasar un mal rato.

Códigos de confianza al que debes someterte. Nadie puede ingresar al recinto carcelario con llaves. ¿Qué hago con las llaves del auto? -pregunto-. Debes dejarla en custodia. Y ¿dónde está la custodia? Pues, ahí, en la calle. Mira, ese furgón donde hay mochilas y bolsos, es una custodia. Allá donde venden café hay otra. Y esa señora que juega sudoku debajo de un toldo también se dedica a cuidar cosas.

Vaya.
Pero, pero...¿cómo voy a dejarle mis pertenencias a un desconocido?
Confianza.
Códigos de confianza que nadie rompe.
Códigos indestructibles que mantienen un sistema de protección a los visitantes.

En fin, acepto. Tomo las llaves y las dejo en manos de una mujer la que las coloca en una bolsa plástica, le pone mi nombre y sonríe. Vaya tranquila, me dice,como si supiera de esa leve indecisión que me perturba.
Solidaridad, confianza, comprensión.


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El Señor Dios escucha a los necesitados 
y no desprecia 
el sufrimiento de los que están presos.


Salmos 69:33
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