Alguien me ha regalado un disco duro externo para que guarde mis recuerdos.
Ordenando las carpetas de fotos me he dado cuenta que en muchas estoy con la misma prenda (un vestido con flores bien definidas, fondo negro para combinar con zapatos id ) que usé el domingo pasado y está intacto en su forma y colores.
Me he prometido a mí misma comprar solo lo esencial, nada trivial, sin menoscabo de la imagen corporativa de una evangélica siglo XXI, digamos presentable y sobria.
Darle a las cosas otra oportunidad para ser útiles sin pensar en la obsolescencia programada a la que nos somete la modernidad.
Crear nuevos usos, reparar lo que sea posible, darles una segunda vida tal como son o modificando.
Ajustar mi vanidad a los límites cristianos –sin ser monacal- me parece un buen proyecto, tan válido como la vida sana o la dieta mediterránea.
No quiero hacer una doctrina ni pretendo tener seguidores en las redes sociales, solo aspiro a una cuota más baja de ostentación y una más alta de sobriedad (en mí, obviamente).
Y para eso, todavía sirve mi vestido regalón.
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1 comentario:
Haces muy bien. Un beso
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