Su vida no fue muy extensa.
Padecía asma congénita la que aliviaba con pequeñas pitadas de hojas de chamico, una hierba considerada venenosa para los animales y usada en laboratorios para extraer sus propiedades expectorantes.
El día que se sintió enferma supo que iba a morir. Rogó al Dios Todopoderoso que le concediera estar solo diez días en cama para reducir la molestia a mi madre que trabajaba fuera de casa.
Llegado el día 10 se tendió en la cama, llamó a su hija (mi madre) y al hijo (mi tío). Les pidió que se cuidaran mutuamente y me protegieran siempre, cuestión que ambos cumplieron con creces.
Luego esperó.
Pasó algún tiempo, ella rogaba en voz baja.
De pronto le dice a mi madre “mira, hija, ya vienen a buscarme. Ahí están dos ángeles que me llevarán”.
Mamá no vio nada, mi tío menos.
Juanita cerró los ojos, estiró los brazos y se fue con una sonrisa.
Fue enterrada en una tumba comunitaria, pero ¿qué más da?, lo que importa en la vida es a dónde vas cuando traspasas el umbral a la dimensión desconocida.
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Bienaventurados de aquí en adelante
los muertos que mueren en el Señor.
Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos,
porque sus obras con ellos siguen.
Apocalipsis 14:13
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2 comentarios:
Tu abuela fue sin duda una mística. Un beso
Si y una creyente fiel en la bondad de Dios. Me siento bendecida por su vida de fe.
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