Nuevos paradigmas se van insertando en la sociedad, nuevas necesidades.
Hasta hace un par de años el consejero era el cura o el pastor.
Eso quedó out.
Lo in es el sicólogo.
Hasta un crío de 5 años tiene problemas existenciales, visita al sicólogo.
O no quiere comer, id.
Sicólogo hasta “porque vuelan las moscas” y varios billetes cambian de bolsillo.
Está de moda tener un coach, un mentor, un gurú, un asesor, en último caso un consejero espiritual.
-“Necesito que me escuches”, me dice Fab. con voz imperiosa en el teléfono.
-Tengo una persona esperando en la puerta, le respondo, debo salir a unos trámites. Ella, como si lloviera, sigue con su retahíla incoherente. Someto mi impaciencia y la escucho mientras el timbre suena y tal vez llegue al Banco cuando esté cerrado.
¿Por qué las personas necesitan imperiosamente hablar de su interioridad?
Ya no basta la oración, la convocatoria a orar es cada vez menos concurrida, proporcionalmente va aumentando la visita al sicólogo, la dependencia de las pastillas o de algún terapeuta chanta.
Mi comprensión está en punto cero.
Aprendí de mis mayores que cuando estuviera alegre cantara.
Cuando viniera la tristeza, una súplica delante de Dios, hasta lágrimas se permitían.
Si tenía poco para comer, que comiera poco.
Si había abundancia, disfrutar y compartir.
Todo era tan sencillo hasta que apareció la psicología, la terapia grupal, el estudio de los temperamentos, la bipolaridad, el hastío, la depre y un cuantuay.
Hoy por hoy hasta para postular a junior de verdulería tienes que entrevistarte con el sicólogo, ya no basta la aptitud o las ganas de hacer bien la pega, no, señor, sus intenciones más recónditas se verán reflejadas en el test laboral.
En nuestras reuniones ya no se pide oración por algún problema.
Por el contrario, “mi sicólogo me dijo que hiciera esto o lo otro” como si fuera palabra divina que guía la frágil barquilla de tu fe a punto de naufragar en “el piélago de maldad” (como lo decía una antiquísima canción)
Peor aún, cada sesión cuesta un “ojo de la cara”, por decir lo menos.
¡Vaya!
La modernidad me supera.
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El temor del Señor
es la base del verdadero conocimiento,
Proverbios 1:7
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