Me siento a picar porotos (alubias) verdes en juliana para hacer una ensalada con tomates.
A media tarde troceo unas ciruelas negras y las coloco con azúcar a fuego lento.
Pronto empieza la olla a sonar suave y pausada.
A lo lejos se oyen cantos apacibles.
En los departamentos vecinos nadie toca música ranchera, rockera o reggaeton , tal vez todos estén en la playa.
Ni siquiera los adictos a Norah Jones han dado señales.
La tarde es plácida, dulce y deliciosa.
Anochece, enciendo la tele, están dando películas antiguas, elijo una.
La mermelada de ciruela ya no burbujea, está en su punto.
La guardo en frascos nuevos pensando en la persona a quien la obsequiaré, imagino su cara de placer y eso me alegra.
La ciudad duerme tranquila.
¡Qué paz!
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(Jesús)...ya había sido destinado
desde antes de que Dios creara el mundo,
pero que se manifestó en estos
últimos tiempos por amor a ustedes.
Por
él ustedes creen en Dios,
que fue quien lo resucitó de los muertos
y lo
ha glorificado, para que ustedes tengan puesta su fe y su esperanza en
Dios.
1 Pedro 1:20-21 (RVC)
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