He comprado zapatos de invierno.
Al llegar a casa camino un rato para acostumbrarme a ellos.
Guardo los antiguos en la caja nueva, son tan cómodos que me apena dejarlos.
Tengo cinco pares de zapatos y solo dos pies.
Tengo demasiados pañuelos, bufandas, chales (cada fiesta/cumpleaños me regalan dos o tres) y un solo cuello.
Una cajita repleta de aros y solo dos orejas.
Cuatro chaquetas y solo un torso.
Cuatro pantalones y solo dos piernas.
Media docena de sombreros y solo una cabeza.
Sin contar los anillos, collares, carteras, labiales y lentes de sol.
Parece que estamos a tiempo de reparar un acaparamiento egoísta, esta noche dejaré en la vereda algo de regalo, a alguien le puede servir una chaqueta “casi nueva” o una bufanda tejida a mano obsequio del último cumpleaños.
Una amiga me pregunta si no siento culpa de regalar lo que me regalan.
Ninguna.
Más molestia es saber que mi closet se va llenando y no hago ningún esfuerzo por vaciarlo.
Ya sabes, si me regalas algo existe la posibilidad que lo vuelva a regalar, no por descortesía a tu atención y cariño, más bien por una cuestión de praxis evangélica.
Si me comprendes te has anotado un poroto en el reino de los cielos (si eso fuera así).
-------------------------------------------------------
Si ayudas al pobre, le prestas al Señor,
¡y él te lo pagará!
¡y él te lo pagará!
Proverbios 19:17
------------------------------------------------------
2 comentarios:
Pues es así, Ojo Humano: vamos acumulando cosas que dificultan la limpieza de la casa y que a lo mejor podrían ser útiles a alguien. Me parece bien que regales lo que no te es indispensable, yo no me molestaría si lo hicieras con un regalo mío.
Atreverse, nada más. No demoran ni una hora en estar colgadas las cosas en la reja de mi casa. Hasta libros, eso que la gente es mala para leer, como dices, a alguien le va a servir.
Publicar un comentario