“No te hagas mala sangre”, me dijo, tratando de bajarle el perfil al asunto.
Algunos médicos sostienen que el rencor, el resentimiento, el reproche, la queja permanente generan cantidades de cortisol (*) en la sangre aumentando el riesgo de tener un ataque cardiovascular o peor aún, cerebral.
No te hagas mala sangre es un dicho antiguo, sabio y un buen consejo.
No sería mala idea hacer lo que el apóstol Pablo le indica a los habitantes de Éfeso, tan válido para ayer como para hoy:
“Abandonen toda amargura,
ira
y enojo,
gritos
y calumnias,
y toda forma de malicia.
Más bien, sean bondadosos
y compasivos unos con otros,
y perdónense mutuamente,
así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
“Abandonen toda amargura,
ira
y enojo,
gritos
y calumnias,
y toda forma de malicia.
Más bien, sean bondadosos
y compasivos unos con otros,
y perdónense mutuamente,
así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.”
*Cortisol:
¡ Se feliz!
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