Conversan, fuman, beben cerveza, chatean y ríen ajenos a cualquier pandemia.
No hay ninguna distancia entre ellos, sin tapa bocas o guantes.
En tiempos del covid-19 eso es casi una provocación o un juego a la ruleta rusa.
Los observo y me estremezco pensando cuántos de ellos volverán (o no) a sentarse en este mismo lugar.
Recuerdo aquel poema de Dylan: “ Veo a los muchachos del verano en su ruina, / convertir en eriales los dorados rastrojos,..."
Surgen voces en el mundo que están en desacuerdo con la cuarentena, que vulnera nuestra libertad y pone en riesgo todo el sistema que conocemos, con quiebras económicas y desastres familiares por la cesantía generalizada. Tal vez los trabajadores le temen más a eso que a la contaminación.
Por otra parte está el impedimento para la iglesia de congregarse y adorar juntos.
Le llaman el “dominio de la muerte” o el “dominio del miedo” y recuerdan la reacción de la iglesia en crisis sanitarias anteriores, la peste negra en el siglo XIV, o la gripe española que dejaron una secuela importante de fallecidos (tengo entendido que también los cristianos hicieron cuarentena en esas épocas).
El punto es que las iglesias han cerrado sus puertas (en nuestro caso jamás había sucedido y ha sido muy triste), algo cuestionable para algunos y meritorio para otros.
¿Hasta dónde puede llegar el servicio espiritual sin traspasar límites?
Tal vez sería sano recordar que en su inicio la primitiva iglesia no tenía templos y se reunían en casas, a la orilla del mar o de un río. La persecución vino a dar más movilidad y muchos se esparcieron por todo el imperio romano y no por eso dejaron de ser iglesia.
Pasarían más de cien años en ese movimiento, dependiendo de cuán tolerante fuera el gobernante de turno. Lo más impresionante es que la iglesia se multiplicó exponencialmente por toda la tierra y sentó una base para perdurar hasta hoy.
Su libertad fue violada y aun así, crecieron.
Su libertad fue cruelmente restringida y nunca aminoró su fe.
¿Deberíamos hoy colocar nuestra libertad económica o personal por sobre la vida propia o la vida de nuestros semejantes?
¿Deberían nuestros vecinos sentirse amenazados porque una iglesia no acata los métodos gubernamentales en consecuencia que la Palabra nos llama a respetarlos? 1 Pedro 2:13
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Por nuestra parte,
a nadie damos motivo alguno de tropiezo,
para que no se desacredite nuestro servicio.
Más bien,
en todo y con mucha paciencia
nos acreditamos como servidores de Dios
(2 Corintios 6:3-4)
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Fotografía de: Christian Vierig / Getty Images
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