viernes, 30 de agosto de 2024

El soplo de Dios.


De todas las aventuras (y desventuras) que he vivido, esta semana me tocó vestir una muerta. 
Suena el celular, al otro lado una amiga -histérica y desesperada- me avisa que  su madre se ha quedado  dormida para la eternidad.
Ay. 

Sin aviso, en plena oscuridad dio su último suspiro.
Extrañamente pareciera que solo duerme, salvo por la frialdad de sus manos, ordenadas simétricamente sobre el pecho. 

Abro el closet, saco una blusa color pastel, un pantalón a juego y una pizca de labial. 
Solo le falta el soplo de Dios para que –como siempre- baje las escaleras y crucemos la calle para beber una taza de té.

Esta muerte no me parece trágica.
Ni vergonzosa.
Fue feliz y regaló gentileza. 

Miro por el ventanal, ha florecido el aromo.


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El espíritu de Dios me ha creado; 
el soplo del Todopoderoso me dio vida.

Job 33:4

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2 comentarios:

Susana Moreno dijo...

Bendito sea Dios. Un beso

ojo humano dijo...

Han sido unos funerales en paz. Bendiciones, Susana