viernes, 4 de enero de 2019

Tributo a la nostalgia (parte 2)


“Cuán suavemente, como el sueño de una flor, amor,
El viento en la hierba se mueve sobre la tensa pradera de la noche:
Observa cómo los grandes ojos de madera del bosque
Miran sobre la arquitectura de nuestra inocencia.
Tú, la aldea; Yo, el extranjero; este, el camino:
Y cada uno la obra de todos.” 
(Kenneth Patchen)

Especialmente sucede en las fiestas de fin de año.
Las personas se sienten llevadas por la nostalgia como un huracán imparable, devastador.
O como una fuerza suave que los impulsa a las arenas movedizas en la orilla de un lago, así le sucedió a mi amiga Isa, permaneció aferrada a una piedra hasta que alguien viniera a auxiliarla, todavía no se recupera del trauma.
Muchos “brexiteers” creyeron que abandonar la Unión Europea significaría volver a pertenecer a una  mítica "Gran Bretaña global".
Los catalanes añoran un pasado idealizado en busca de una independencia que se les ha complicado.
Y si de Latinoamérica se trata, los brasileños han elegido a un presidente que les promete la mano dura de orden que no han logrado por la sistemática corrupción de las instituciones.
 "Mantener a Hungría como Hungría", sostiene su Primer Ministro.

La nostalgia nos hace bien, pero llevada a la exageración no se sabe a dónde puede llegar, un movimiento, una causa, un país, una vida personal.
Mis amigas mayores aman recordar, lo que no está mal, por supuesto.
Allí también estuvo Dios presente ¿cómo podríamos negar su gloria en aquellos masivos congresos de los años 2000?
El cambio de siglo, las incertidumbres, las certezas, la galopante tecnología en el Commodore ’64, jugando a la “boulder dash” y al príncipe de Persia. Oh, ingenuidad.
Inolvidables los primeros blogs en el 2003, el despertar a las sagradas letras, los seminarios con oradores electrizantes, un aleph se viene a la cabeza.

Verdad, yo también me dejo llevar por la nostalgia, no puedo renegar de mis ancestros ni desconocer de qué estoy hecha, todos ellos son parte de una esencia indisoluble.
Pero este es hoy, este día, este minuto cuando lees y concuerdas o disientes conmigo, somos una mano pegada a un celular o al teclado de un ordenador, somos esta edad, este año 2019, este verano que, indiscutidamente, es único aun con sus 33 grados a la sombra.
Nos renovamos para poder vivir el presente, como le escribe el apóstol Pablo a los filipenses,
“...  yo mismo no considero haberlo ya alcanzado. Pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante,  prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.



(Fotografía de:
https://pixnio.com/es/)




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