viernes, 5 de junio de 2015

Ebrios (3)

Tambaleándose y sostenido en un hilo invisible a punto de cortarse, entró en el templo.
Sentado en la última banca escuchó el sermón.
 Entre la embriaguez y el razonamiento sacó un pañuelo y rompió en llanto, ese lamento típico de ebrio arrepentido al que nadie le cree.
Hasta que sucede lo inesperado.
El Espíritu Santo le da un toque y el hombre salta de su asiento glorificando a Dios sin una pizca de vacilación.
 Desde ese día Rigo  hizo un giro en 180 grados.
Abandonó el alcohol –se hizo “canuto” ríen los amigos-, se dedicó a la familia, compró una Biblia y se matriculó en unos cursos por Internet para entender lo que leía.
Fanático susurran en el trabajo.
 Te lavaron el cerebro, le dicen los más cercanos.
Él, como si escuchara llover.
Sabe que su vida es otra, que recuperó el respeto de su familia y su propia estima.
Sabe que su encuentro con Dios fue real e imborrable.


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 Andan diciendo algunos: “Todo me está permitido”. 
Sí, pero no todo es conveniente. 
Y, aunque todo me esté permitido, 
no debo dejar que nada me esclavice.


1 Corintios 6:12 (BLP)

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2 comentarios:

Susana dijo...

Esto sucede. No sería el primero. Un beso.

ojo humano dijo...

Y es genial que suceda, Dios quiera con más frecuencia.
Feliz fin de semana, bendecidas.

Un abrazo.