Fernando
pregunta qué será de la persona que se deshizo de su Biblioteca.
Esa soy yo, 3
bibliotecas me han abandonado (voluntaria e involuntariamente)
La primera quedó en la casa de mi madre y poco a poco
desapareció. Cambios de domicilio, visitas, hurtos hormiga, regalos y todo eso.
Era de madera rústica, la hizo mi tío Enrique (el único
que tuve) a mano, bien maciza para que sostuviera todos los mamotretos que se
me ocurrieran.
Ahí estaba “El ruiseñor y la rosa”, “Otelo” y “La
importancia de llamarse Ernesto”, mis primeras lecturas. Mi madre adquirió esos
libros a un muchacho alcohólico que salía a vender lo que fuera por un trago “para
la niña”, le dijo hasta convencerla. Imagino que fue la biblioteca de sus
padres. Él era muy educado (eso prueba que la ilustración no salva de las
pasiones del corazón).
Allí quedaron “Gracia y el forastero”, las obras completas
de Gabriela Mistral, los “20 poemas de amor”, tantos escritores que conversaron,
me aconsejaron, con los que viajé por el mundo en largas tardes de invierno, en la soledad de hija-única-madre-que-trabaja.
Como es obvio, una Biblia Reina-Valera herencia de mi
abuela. Y su himnario.
La segunda biblioteca se quemó.
La tercera…bue…esa es otra historia.
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"Feliz el que lee y los que escuchan las palabras..."
Apocalipsis 1:3
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(Tabla de los libros de la Biblia gracias a un envío de Tamara V. )
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