Su marido ya no está, los hijos se educaron, los libros de papel han quedado como recuerdo de mejores tiempos.
Me los ofrece para la biblioteca que deseamos implementar en nuestra Comunidad.
Libros de todo tipo, como amigos que alguien apreció alguna vez y luego -por los designios de la vida- abandonó, sin mala intención, solo sucedió como se van desdibujando los afectos en el tiempo.
Ella los cuida, los limpia, el mueble -dice- es de roble, buena madera.
En la tibia tarde de otoño voy a buscarlos como una cita con un hijo adoptivo; el sol se pone en el horizonte.
La despedida es leve, triste.
Cuando empiezo a ordenarlos descubro el alma del que ya no está, sus sueños de viajero, muchos mapas, coloridas estampas de lugares exóticos; un libro de cuentas, entre sus páginas una cartola de Banco.
Hojas sepia, antiguas, libros autografiados por escritores que también se han ido.
Siento que toco algo sagrado, la vida de ese otro que respiró, soñó, disfrutó estas páginas. Junto a la alegría de la lectura me invade la tristeza, no puedo explicar este sentimiento raro.
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Entra tú, pues, y lee de este rollo
que escribiste de mi boca,
Jeremías 36:6
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2 comentarios:
Es como meterse a hurtadillas en la vida de otra persona. un beso
Así es Susana.
Un abrazo
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