El padre, viudo con seis hijas, se levantó –como se dice en el Sur- con el pie izquierdo.
La abuela Juanita atendía la cocina, disponía la mesa, los dos pequeños jugaban cerca.
Sin decir muchas palabras el padre le avisó que cargara la carreta con sus pertenencias y se fuera a la ciudad.
Estaba aburrido de sus visiones, su prédica de fin de mundo y su “locura” apocalíptica.
Tu tía, le dijo, podrá entenderte mejor y en el hospital podrán curarte.
Dócil y obediente, cargó su ropa, unció los bueyes, puso los niños en un cobijo y se fue hacia lo desconocido. Su primo guiaba el carruaje.
Justo en ese momento se inició la lluvia.
Viajaron un par de horas; los bueyes tropezaron y la carreta se tumbó hacia un lado. Mi madre con apenas cuatro años voló hacia el suelo y la abuela gritó “ángel de Dios, protege mi niña”.
Mamá contaba que una especie de remolino helado la dejó caer con suavidad en tierra, totalmente ilesa. Lograron enderezar las ruedas y siguieron viaje hasta llegar al abrigo del hogar que les acogió.
La tía Eduviges leía la Biblia cada día; allí descubrieron un libro llamado Apocalipsis y la abuela supo que no estaba loca.
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El ángel del Señor
acampa alrededor de los que le temen,
Y los defiende.
Salmos 34:7
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2 comentarios:
Suerte que la ayudó su tía y tuvo el milagro. Un beso
Sí, siempre hay tías o hermanas que salvan situaciones adversas.
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