Hay una amplia oferta en Internet de profetas, apóstoles y maestros (casi como modernos gurú) que defenderán su línea de pensamiento a rajatabla, como decía una amiga “costare lo que costare”.
Descalificaciones van, descalificaciones vienen, un espectáculo inadecuado para aquellos llamados a amar al prójimo como a uno mismo, convocados a mantener la unidad de la Iglesia, más aún teniendo en cuenta la creciente incredulidad de las nuevas generaciones.
En la duda, me atrevo a leer la Biblia.
En la disquisición, me acerco más a la Palabra de Dios.
Si me ataca la retórica mental, prefiero leer al apóstol Pablo.
Si me pongo muy mística los Proverbios me aterrizan.
Sín duda, la vida es lucha, con uno mismo, con las debilidades y falacias de mi propio interior, con mi ego insumiso, entonces ¿por qué desacreditar a mi hermano?
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" Y ahora, hermanos, busquen su fuerza en el Señor, en su poder irresistible.
Protéjanse con toda la armadura que Dios les ha dado,
para que puedan estar firmes
contra los engaños del diablo.
Así que manténganse firmes,
revestidos de la verdad
y protegidos por la rectitud.
Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz.
Sobre todo,
que su fe sea el escudo
que los libre de las flechas encendidas del maligno.
Que la salvación sea el casco que proteja su cabeza,
y que la palabra de Dios sea
la espada que les da el Espíritu Santo.
(Apóstol Pablo a los efesios 6: 10- 17 DHH.)
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