Todo mundo desea cambios, unos quieren regresar a costumbres ancestrales, otros que no se mueva el statu quo y los más osados aspiran a instalar el gobierno de la tecnología como el fin de todos los males.
El asunto es que los cambios suceden; en orden o desorden por la diversidad de ideas y aspiraciones.
Mi barrio ha cambiado desde que llegué hace más de quince años.
Casas familiares fueron adquiridas a valores muy tentadores para sus dueños. Poco a poco las altas torres de departamentos fueron cambiando el paisaje, el entorno y la forma de vida en la ciudad.
Algunos todavía se resisten y se niegan a vender su patrimonio; en la próxima generación tal vez eso cambie.
Las construcciones se deterioran con el tiempo.
Al fondo de Santiago nos observa la Cordillera de los Andes, impasible; la nieve todavía guarda su tesoro para regalar a los humanos que viven en su entorno.
Dios mantiene su creación con o sin la intervención humana.
Por cierto, me gustan los edificios y también las casas familiares. Convivir con un buen plano regulador es la tarea pendiente.
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Si el Señor no construye la casa,
de nada sirve que trabajen los constructores;
si el Señor no protege la ciudad,
de nada sirve que vigilen los centinelas.
Salmos 127:1
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(Foto editora)
4 comentarios:
La obra de Dios permanece. Un beso
Sin duda, Susana.
Y eso nos da seguridad.
Que disfrutes tu otoño
como dicen lo único constante son los cambios
saludos!!!
Así es, Carlos.
Gracias por darte un tiempo para pasar por estos lados.
Y que gane el mejor!
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