¿Quién puede saber el futuro?
Ah, si, me puedes decir que conoces a alguien que predijo esto o aquello.
Sin duda, cualquier hijo de vecino con una mente perspicaz y buena memoria podría vaticinar algún evento. Algunos gurú de los medios, de cincuenta predicciones le apuntan a una y luego se proclaman adivinos, vaya.
Cada mes de diciembre compro una agenda.
Bonita, ordenada, olor a papel nuevo.
Además coloco un calendario de pared en la oficina.
Y planifico el año que viene.
Abierta a modificaciones, a estas alturas de mi vida he entendido que todo plan será ajustado a la voluntad de Dios y “en la medida de lo posible”.
Observo los meses, los feriados, el clima, las fiestas, los tipos de comidas, todo eso que conocemos.
No espero un terremoto, un tsunami o una pandemia; siempre está temblando en Chile, sin embargo hay situaciones donde la preparación previa ayuda y otras sólo apretar los dientes y enfrentarla con la gracia del cielo.
No necesitamos un don especial para saber que el covid-19 se nos vendría con toda su virulencia. Y hoy entendemos que la privación tocará nuestra puerta, llámese finanzas, salud o relaciones.
¿Qué hacer para que el impacto no sea más doloroso de lo necesario?
Mi primer pensamiento es buscar en la Palabra el consejo práctico: Ustedes busquen, más bien, el reino de Dios, y Dios se encargará de darles además todas esas cosas. (Lucas 12:31)
Aprender a vivir con gratitud, sea mucho o sea poco. Como tan asertivamente lo dice el apóstol Pablo en su carta a los filipenses:
La sobriedad es una buena opción, saquemos el gourmet que llevamos dentro; un arroz blanco no tiene que ser soso. Hasta una marraqueta añeja sabe a gloria si tienes hambre.
Aprenderemos a vivir con la tecnología en progreso.
Con ciertas limitaciones físicas, mascarilla-sanitización- respeto a las distancias.
Compartir lo que haya.
Habremos aprendido que la oración es más poderosa cuando es comunitaria.
Y tal vez -solo tal vez- no nos creeremos inmortales para desafiar un pequeño y peligroso virus.
Aprenderemos a vivir con la tecnología en progreso.
Con ciertas limitaciones físicas, mascarilla-sanitización- respeto a las distancias.
Compartir lo que haya.
Habremos aprendido que la oración es más poderosa cuando es comunitaria.
Y tal vez -solo tal vez- no nos creeremos inmortales para desafiar un pequeño y peligroso virus.
La fotografía; un artista usa una mascarilla con materiales reciclados, Filipinas, mayo 2020.
2 comentarios:
Tendremos que acostunbrarnos. Un beso
Así es , Susana. Será distinto pero hay que acomodarse
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