Lo espectacular del otoño no es solo las imágenes de hojas rojizas que hacen giros en el aire, la brisa del atardecer, el sol tibio entre los árboles, la melodía de las aves novatas o el diseño que hace el viento en la vereda con los restos que tiran los transeúntes.
El otoño es eso y mucho más.
Siempre visual.
Siempre sorprendente aunque juega con los mismos colores.
El otono guardado en fotografías, álbumes de papel o digitales que nos hablan de tiempos felices.
Recogíamos castañas para asarlas debajo de la ceniza, luego la familia se juntaba todos cucharilla en la mano, los niños del barrio sentados a la orilla del brasero buscando las más tostadas.
Risas mientras la suavidad del alimento se extendía en el paladar, puro y placentero sabor, sin los aditivos modernos que aprendimos después de mayores.
Minutos que el tiempo detiene como si estuviéramos jugando al “un, dos, tres momia es”.
¡Ah!, y las castañas en todo su esplendor, calor de hogar, recompensa cálida y generosa después de un día de labores.
¿Hay algo más amigable que volver a casa y alguien esté esperando con un plato tibio de castañas cocidas o asadas?
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Él provee alimento a todo ser viviente.
Su fiel amor perdura para siempre.
Su fiel amor perdura para siempre.
Den gracias al Dios del cielo.
Su fiel amor perdura para siempre.
Su fiel amor perdura para siempre.
Salmos 136:25-26 (NTV)
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