Estaban predestinados.
Respiraban el mismo aire contaminado de Santiago.
Habían nacido con un par de días de diferencia.
A ambos les gustaba el color verde, cantar al son de un piano en cualquier templo, la Cordillera de los Andes y el Pacífico eran sus paseos favoritos.
Ella reciclaba, él pertenecía a la brigada para salvar animales.
Un día se cruzaron en el Metro, ella iba de ida a su hogar, el corría a su turno de trabajo.
Se miraron, ambos sabían que mucho les unía.
Ella miró hacia la ventana, él descendió del carro cuando las puertas se abrieron.
Nunca volvieron a encontrarse.
Líneas paralelas.
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En
él asimismo participamos de la herencia,
pues fuimos predestinados
conforme a los planes
del que todo lo hace según el designio de su
voluntad...
Efesios 1:11
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(Fotografía del Metro de Santiago, Chile)
5 comentarios:
Yo coincidí con mi marido varias veces. Un beso.
Ay, Ojo Humano, yo muchas veces he pensado esto que escribes tan bien: a lo mejor alguien con el que coincidimos en el Metro, en el autobús, en la tienda, estaban destinados por Dios para ser nuestro mejor amigo o nuestra pareja o algo así, y por timidez, por cerrarnos a los demás, eso no sale adelante. Me ha sorprendido leerlo en tu post porque lo he pensado cientos de veces.
Maravillosa foto. Una estación de Santiago, supongo.
Susana, qué bien. Tal vez es otra buena historia, las coincidencias en el Metro.
Hay mucho que desconocemos de los propósitos incumplidos. Oro siempre para que el Espíritu me haga ver las realidades que de otra manera no percibiríamos.
La foto es de la Estación Universidad de Chile, está en el centro de nuestra capital.
Gracias por la aclaración, Ojo Humano: es realmente impactante.
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