El pasado verano viajamos a comprar arbustos a un pueblo cerca de Santiago, famoso por la variedad de sus viveros llenos de árboles y plantas.
Adquirimos un boldo, laureles, crisantemos y dos pequeños granados de flor, tan decorativos siempre.
Elegimos buena tierra, un lugar apropiado y con paciencia esperamos los capullos anaranjados característicos de los granados “de flor”.
Vaya sorpresa cuando este pequeño y gracioso arbusto empezó a crear frutas.
Primero unas granadas incipientes que fueron tomando cuerpo hasta convertirse en un inesperado fruto con esos rojos dientes llenos de dulzura.
Tomamos las pequeñas granadas con delicadeza y -como los antiguos- dedicamos esos primeros frutos al Señor quien es el Creador y dador de toda gracia.
Cuando la muerte ronda las calles dejando tristeza a su paso, la naturaleza renace explosiva y radiante gritando que nadie puede detener la fuerza de la vida, sea de flores, frutas o personas.
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Se encontrarán la misericordia y la verdad,
se besarán la justicia y la paz.
Desde la tierra brotará la verdad,
y desde los cielos observará la justicia.
Además, el Señor nos dará buenas cosas,
y nuestra tierra producirá buenos frutos.
Delante de él irá la justicia,
para abrirle paso y señalarle el camino.
Salmos 85:10-13
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2 comentarios:
La vida sigue adelante. Un beso
Así es, Susana.
Y eso nos anima en lo que pasamos.
Que disfrutes un lindo verano
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