viernes, 9 de noviembre de 2018

Gracia de Dios y ociosidad (parte uno).

¡Qué difícil resulta no hacer nada!
En un mundo donde todo es utilitario, la ociosidad es mal vista, excepto en vacaciones que, se supone, son merecidas después de un largo período de trabajo.
La meritocracia nos gobierna.
Incluso en nuestras iglesias evangélicas, la bizantina cuestión teológica entre las obras y la gracia aún hace estragos.
Muchas personas se creen indignas porque no son tan buenas como para acercarse a un Dios Santo y se esfuerzan por alcanzar una salvación que les parece inaccesible.
“No hacer nada” perturba los parámetros humanos.
¿Cómo concebir en nuestro interior la idea del no-esfuerzo?
¿Cómo recibir un regalo que –según nuestra pequeña cabecita- no hemos hecho nada para merecerlo?
¿Cómo comprender que la gracia de Dios es eso: GRACIA?


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 “…ya no vivo yo, 
sino que Cristo vive en mí. 
 Lo que ahora vivo en el cuerpo, 
 lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó 
y dio su vida por mí. 
No desecho la gracia de Dios. 
 Si la justicia se obtuviera mediante la ley, 
 Cristo habría muerto en vano”. 

 Gálatas 2:20-21 (CST)


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2 comentarios:

Silvia Parque dijo...

Suscribo. Yo amo estar nada más estando...

ojo humano dijo...

Así es Silvia, estar sin pretensiones es agradable, hasta que tenemos una nueva energía para trabajar en lo que nos gusta. Esa debería ser la vida.