Oramos.
Unos con más fervor –sin duda-, otros con menos. Unos con más fe, otros no demasiada. Pero aun así esperábamos una respuesta positiva a nuestras oraciones.
¿Qué estuvo mal?
¿Por qué el resultado no fue exitoso como esperamos?
Oramos para que viva y se muere.
Oramos para que sane y se enferma más.
Oramos para que se legisle en justicia y se aprueba exactamente lo contrario.
¿Son infundadas nuestras peticiones?
¿Debemos dejar que los ríos fluyan con su destino establecido?
¿Sirve de algo orar?
Estas y otras preguntas me mantienen despiertan hasta la madrugada.
Poco a poco voy recordando historias de oraciones fallidas, el rey David rogando por la vida de su hijo (2 Samuel 12:16-18), el Señor Jesús hablando con Pedro (Lucas 22:31-32).
No siempre la respuesta es un sí rotundo como nuestra futilidad desea.
A veces nos confundimos con tanta historia que leímos en las “Mil y una noches” y pretendemos de Dios esa especie de genio de la lámpara que deberá conceder nuestros deseos porque somos castos-honrados y bien pensantes.
¿Por qué no logramos conectar nuestros intereses con los propósitos de Dios?
Tal vez la oración debería ser un hábito como la comida diaria.
Como lavarse el rostro.
O andar en bici.
Un acto natural permanente, un teléfono al Padre para saber hasta cuándo debemos insistir.
A veces tenemos la certeza pero seguimos suplicando majaderamente, sin entender (o entendiendo) que no se hará nuestra voluntad –por perfecta y justa que nos parezca- sino la de Dios.
Tal vez la oración no es para que Dios "haga algo" sino para someter mi rebelde voluntad a la suya.
Tengo mucho que cultivar todavía (y no son plantitas herbales).
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...yo he rogado por ti,
para que no te falte la fe.
Y tú, cuando hayas vuelto,
deberás confirmar a tus hermanos.
Lucas 22:32
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6 comentarios:
Hay que aceptar su voluntad. Un beso.
Muy bueno :)
Susana, de eso no hay duda y creo que las decisiones de Dios respecto a nosotras son las mejores.
Un abrazo
Silvia, sin duda uno es como es y hay que reconocernos, a veces arrepentirnos y enmendar rumbos y a veces seguir en lo que estamos.
Un abrazo. Contenta de leerte.
Bueno, esto es algo que a mí me preocupa con frecuencia y que a veces me desanima a orar.
La clave está en lo que dijo Jesús en el huerto de los olivos, y que tú citas al final: sé que Dios puede hacer esto, pero que no se haga mi voluntad sino la suya. Porque -como dice un salmo, creo- nuestros caminos no son los caminos de Dios.
Y lo de San Pablo a los Romanos: Dios ordena todo para bien de los que le aman... ¡aunque ellos no estén de acuerdo!
Sí, eso de Romanos es una palabra de gran consuelo. Llegar a entender eso es un tremendo avance. Pero a veces lo olvidamos. Gracias por recordarlo.
¿Cómo sigue tu verano?
¿Irás de vacaciones?
Ruego a Dios te dé unos lindos días y puedas viajar. Tu país es maravilloso.
Un abrazo con afecto.
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