El helado invierno invita a las sopas.
De apio, de verduras o zapallo. Este último era tan delicioso que guardé unas pepas que se olvidaron entre tanta planta del jardín.
Con la tibieza de la primavera ha brotado una maravillosa planta de zapallo, hojas fuertes con pronóstico de larga y productiva vida.
La buena tierra y una poderosa semilla se complementan.
Recordé aquella parábola:
Ahora escuchen lo que significa la historia del sembrador:… ¿Y qué significa la semilla que cae en tierra buena? Esa semilla son los que aceptan el mensaje, lo entienden y producen una buena cosecha. Darán mucho más de lo sembrado, hasta cien, sesenta y treinta veces más (Mateo 13:23)
A veces una se desalienta frente a la maldad humana (la propia y la ajena), la violencia cotidiana y tanta mala noticia.
Observo cómo la planta crece maciza y sana. Eso renueva mi esperanza, llega un tiempo donde la semilla es imparable, siempre habrá un trozo de tierra fértil.
¡Dios, yo quiero ser esa tierra!
2 comentarios:
Qué bonito, Ojo Humano.
No sé si esa planta existe en España y si tiene otro nombre. Parece bonita y sabrosa.
Me alegro que cites la parábola del sembrador. Es de las más importantes del Evangelio, me parece. Y es curioso que Jesús conociera ya lo que iba a pasar durante siglos y siglos: el entusiasmo pasajero, la entrega a medias, el poco fruto, el mucho fruto...
Creo que en España le dicen calabaza.
Y sí, realmente la parábola del sembrador es una de las más globales respecto a la recepción del Evangelio y el crecimiento. Y una de mis favoritas con la del "hijo pródigo."
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