lunes, 26 de mayo de 2014
Apocalipsis, la esperanza.
Hacemos un breve ejercicio en nuestra clase de Apocalipsis, ya en los últimos capítulos.
Nos sentamos tranquilos en nuestro lugar habitual de trabajo, cerramos los ojos y meditamos en las palabras del apóstol Juan:
“Entonces vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido y también el mar. Oí una fuerte voz que salía del trono y decía: « ¡Miren, el hogar de Dios ahora está entre su pueblo! Él vivirá con ellos, y ellos serán su pueblo. Dios mismo estará con ellos. Él les secará toda lágrima de los ojos, y no habrá más muerte ni tristeza ni llanto ni dolor. Todas esas cosas ya no existirán más». (Cap. 21)
Luego se nos pregunta por la impresión que esto ha provocado en cada uno la lectura de este pasaje.
Paz, felicidad, esperanza, certeza, alegría, las respuestas son variadas. Hay en el ambiente un aire liviano pero respetuoso, como si no quisiéramos romper el frágil y asombroso instante.
Mientras escribo recuerdo por un momento al hno. Warren Wiersbe : “El agnóstico y el ateo tienen todo el derecho de preocuparse (como alguien ha dicho) “no cuentan con ningún medio invisible de apoyo”
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2 comentarios:
Qué bonito tu primer párrafo, Ojo Humano.
Me gustó la frase del señor que citas luego. Me recordó una frase de una entrevista que le hicieron al Papa Benedicto antes de que fuera Papa. "La vida del cristiano es muy dura", le dijo el entrevistador ateo. "Bueno, la del hombre sin fe tampoco resulta fácil, sin el apoyo en Dios".
Así es, Fernando. Gracias a Dios que su gracia nos alcanzó.
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