"Los amigos se vuelven más sabios juntos a través
de un saludable choque de puntos de vista".
Timothy Keller
Creí que era inmune a la crítica.
Craso error.Todavía tengo la piel frágil, todavía duelen palabras que no deseas escuchar.
¿Cómo tomar la obvia señal de desaprobación, más aún cuando viene de alguien querido?
No sirven los discursos con los que –interiormente- te justificas.
¿Qué hacer en los momentos post? ¿Darse por ofendida? ¿Mostrar indiferencia? ¿Recurrir a una retahíla de reproches por cuestiones pretéritas? ¿Contraatacar con argumentos, como decimos en Chile “sacarle los trapitos al sol”?
Es otoño.
En otoño nadie debería ofenderse.
La brisa es suave, el color sepia invade todo el paisaje, los árboles muestran sus debilidades sin pudor, la fragilidad da la cara ¿por qué sentirnos amenazados si la tierra se muestra tan vulnerable?
Doy una vuelta al pensamiento inicuo que pide desquite ¿y si tiene razón? ¿Y si estoy equivocada?
Camino al atardecer, las sombras se alargan entre las baldosas, van desapareciendo a medida que llega la oscuridad, las luces de la ciudad pacifican los ánimos, de noche –dicen- todos los gatos son pardos, se diluye la irritación, llega la cordura, las palabras del sagrado libro invaden el paisaje “…de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”
Y mi corazón está en paz otra vez.