Los libros no leídos que guardo en una carpeta del ordenador y los dineros que me adeudan.
Ambos, libros y dinero, esperan mi mano extendida; desean que les ponga atención, que los valore al mirarlos y al usarlos.
Abro la carpeta y ahí están con sus sabias grafías, sin egoísmos, dispuestos a dar todo lo que contienen sin pedir nada de vuelta, solo una mirada.
No conozco nada más leal (claro, Cristo es otra cosa) que los libros.
No te reprochan si los abandonas y te reciben con sus páginas abiertas si regresas a ellos.
A veces pasa tanto tiempo que olvido los dineros que me adeudan.
No deseo tener mis pocas neuronas ocupadas en quién me debe o cuándo me pagará.
Presto y olvido.
Que el deudor atine cómo y cuándo devolver.
Si vuelve, aleluya.
Y de pronto alguien me pasa un billete y me da las gracias, como hoy.
Es una alegría comprobar que las personas mantienen la palabra empeñada; que entre nosotros no necesitamos firmar engorrosos documentos.
Prestar es una inversión.
Sí, ya lo sé, no se gana en intereses como los bancarios, pero se establecen las leyes del Reino en la tierra.
(Por favor, no creas que soy mecenas, solo son préstamos pequeños de acuerdo a mi nivel financiero)
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"Al que te pida, dale:
y al que quiera tomar de ti prestado,
no se lo rehúses"
Mateo 5:42
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2 comentarios:
Son buenas acciones. Un beso
En eso estamos, querida Susana.
Un abrazo, bendiciones
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