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miércoles, 8 de julio de 2015

Agradecida de los productores.

Este último tiempo, mientras he compartido algunas recetas de comidas chilenas, he pensado en aquellos que proveen los ingredientes básicos para elaborarlas.
El sembrador de papas.
La cosechadora de uvas.
El productor de paltas.
El camionero que traslada carne.
El criador de pollos.
La que cultiva especias.
El elaborador de envases.
El que se dedica meticulosamente –aun en las madrugadas- a producir el pan de cada día, pan sabroso y tibio que llega a nuestra mesa antes que abramos los ojos.
El pescador que, en una noche negra, se aventura más allá de la playa para que yo disfrute una merluza fresca y hasta fileteada.
Miles de personas trabajan para darme de comer y beber.

Delante de Dios pido bendiciones para cada uno (a), Dios bendiga sus manos y dé fuerza a sus cuerpos, inteligencia a sus ideas, alegría en lo que producen.
Soy una agradecida especialmente del agricultor, un trabajo de gran valor y fe, riesgoso cuando las lluvias esquivas dan una magra cosecha que a veces no alcanza ni para cancelar los gastos.

Mi amigo F.  es mediero de un cultivo de papas en el Norte.
El año pasado le pidió a todo el mundo conocido que rogáramos por su siembra, una plaga se había instalado en el país y corrían riesgo de perderlo todo. 
Nuestras oraciones fueron -por gracia de Dios- contestadas positivamente.


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Así que llegué a la conclusión 
de que no hay nada mejor que alegrarse
 y disfrutar de la vida mientras podamos.
 Además, la gente debería comer,
 beber 
y aprovechar el fruto de su trabajo,
 porque son regalos de Dios. 


Eclesiastés 2: 12-13 (NTV)

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lunes, 8 de diciembre de 2014

Gracia.

¿Cuál es la única cosa que la iglesia puede ofrecer 
 y que el mundo no puede conseguir en ningún otro lugar? 
Gracia.”

 (John Ortberg) 

Diciembre presagia buen tiempo. 
Algunos ya van de vacaciones. 
O hacen viajes cortos a la Costa Pacífico los fines de semana. 
Yo leo. 
Nada tan gratificante después de admitir que el golpe de la violencia vivida recientemente  nos ha dejado un poco desconcertados.

Leo sobre la gracia. 
De las 199 veces que aparece (en mi versión Reina Valera '60), el apóstol Pablo se refiere a ella 20 veces en su carta a los Romanos.

Digo gracia y recuerdo la canción “Sublime Gracia”.
Pienso en mi madre que renunció a un esposo para no darme un padrastro. 
Me viene a la mente “mi amiga de milicia” en el sudeste asiático. 
Cuando digo “gracia” me inclino con gratitud delante de Dios porque ha cercado mi vida de afectos inmerecidos, regalos luminosos, días de gloria que jamás soñé. Una infancia que, aun carente de bienes materiales, fue rica en alegrías, amistades y cariño. 
Digo gracia y evoco los días donde aprendí a leer, el momento de la revelación de las palabras, la tarde cuando inclinada sobre el silabario algo gatilló en la mente y se abrió al prodigio desconocido y asombroso. 

La gracia de Dios me ha regalado millones de momentos extraordinarios, sencillos, ingenuos, exuberantes, cada uno distinto. 
Cuando en noches insomnes me tiendo a esperar el sueño, cuento una a una las bendiciones, me quedo dormida antes de poder recopilarlas todas. 
Y por sobre todo lo que ha ocurrido, lo que ocurre o ocurrirá, está la mayor gracia, el día inigualable que nace el pequeño Jesús, como un mortal, sujeto a nuestras mismas opciones y costumbres. 
Crecer, estudiar, escribir, comer, jugar, reír, llorar, los mil verbos que se conjugan en un niño y forman una vida.


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 Por la gracia de Dios soy lo que soy, 
y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. 

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sábado, 24 de noviembre de 2012

Las palabras.

Vinieron las palabras como guerreros armados, invasoras, buscando con voracidad un hueco de mi tiempo, un sonido, primero gutural, luego la estructura, el sentido, tomando dominio de mi lengua, de mis dedos, de la mente y, por fin, de mi alma.
Debo decir en mi defensa que yo era una persona simple y no pude oponerme, tampoco quise. Ellas me rodearon y crearon un mundo paralelo, una realidad virtual, una felicidad concreta y definitiva, tanto que ahora no puedo vivir sin ellas.
Cuando se dieron cuenta de mi dependencia me iniciaron en sus secretos, la conjunción de los fonemas, la aleatoriedad, los sinónimos, los opuestos, iniciaron juegos de asociaciones, la etiología de cada una, sus profundidades más luminosas.
Luego me revelaron  historias sagradas, el nacimiento del mundo, la belleza de las formas y el planeamiento eterno, las formas matemáticas del universo.
Cautiva estoy.
Cada mañana despierto y una ya está tocando mi oído, grítame, me dice, proclámame, escríbeme aunque sea con signos perecederos, tú  me haces vivir, nos pertenecemos. Luego esa llama a otras, invaden mi mañana, me llenan de sueños y esperanzas.
Sé que cada palabra puede transformar el mundo, encender la rueda de la creación, matar como un soplo letal, resucitar muertos, sanar heridas, acunar huérfanos, otorgar el misterio de la vida eterna.
Y yo estoy aquí para que vivan en mí.

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La congoja en el corazón del hombre lo abate; 
Mas la buena palabra lo alegra.

  Proverbios 12:25

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lunes, 5 de noviembre de 2012

Las sagradas palabras.

Hubo una vez un rey que prohibió las palabras sagradas, padre, madre, Dios, hijos, hijas, nación, amamantar, sexo, gracias.
Con el tiempo, gradualmente fueron suprimiendo otras que ofendían a unos o limitaban a otros.
Poco a poco, casi sin darse cuenta se fueron quedando sin palabras para usar.
Terminaron con sonidos guturales, señas, signos en el aire, muecas extrañas y sin vida.
El miedo a las palabras los volvió mudos.



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Pero si yo ignoro el valor de las palabras,
seré como extranjero para el que habla,
y el que habla será como extranjero para mí.
1 corintios 14:11

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Retén la forma de las sanas palabras
que oíste de mí,
en la fe y en el amor que es en Cristo Jesús.

2 Timoteo 1:13

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martes, 22 de febrero de 2011

Mis mejores deseos.



“El Señor te bendiga y te guarde;  
haga resplandecer su rostro sobre ti y te ilumine,  
te beneficie con su  misericordia  dándote su favor.

      Señor te muestre su  aprobación 
haciendo resplandecer su  rostro sobre ti 
y te conceda la paz 
(tranquilidad en el  corazón a través de toda tu vida)"


(Números 16: 24-26)

miércoles, 29 de diciembre de 2010

La sangre (3)



"Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres,
para que habiten sobre toda la faz de la tierra; 
y les ha prefijado el orden de los tiempos, 
 y los límites de su habitación… "

(Apóstol Pablo)

 Cuando era pequeña a una amiga le decían "sangre azul" con un cierto tono despectivo. Le miraba las venas y ¡las tenía azules!, tal vez porque ella era de piel morena, no sé.
¿Por qué importa el color de las personas?

"Los caballeros las prefieren rubias" fue una popular película donde la espectacular Marilyn está determinada a casar a su novio millonario para poder descubrir ella misma si "los diamantes son los mejores amigos de las mujeres", vino a impulsar el mito. Y con el auspicio de Wella (tan gentiles ellos, "por algo será decía mi madre"), hoy gozamos de esa rara simbiosis de rostro moreno y pelo platinado, en un afán de aclararnos la tonalidad.
Raro.

La historia está plagada de notas al margen con infamias vergonzosas  de discriminación. Curiche era la mayor ofensa que podíamos gritar cuando éramos niños.
Todos tenemos la misma sangre ¿qué hay de distinto?
Por todas las venas corre, por todas da vida ¿hay mérito en eso?

Tal vez solo importe su pureza.
No todos pueden donarla.


(¿De qué color será la sangre de las aves azules?)


 

jueves, 30 de septiembre de 2010

Palabras que no queremos nombrar.


Soborno.

Tal vez, digo, solo tal vez lo incorruptible radique en la negación.

Negarse al camino fácil.
Negarse a reducirlo todo a un billete.
Negarse derechamente a sobornar.
O a ser sobornados.

Mi amigo F., descreído y un poco cínico, se ríe en mi cara.
Ingenua, me llama. 

Lo sé, nadie dijo que el camino de la integridad era fácil.
O demasiado acompañado.

Aún creo que se puede hallar personas rectas, enteras, insobornables.
¿Estaré equivocada?


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Perturba su casa el que tiene ganancias ilícitas,
         pero el que aborrece el soborno, vivirá.

Proverbios 15:27

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miércoles, 22 de septiembre de 2010

Las palabras.

Aprendieron juntos todas las palabras.
La madre los sentaba frente al sol de la tarde y repetía, sol, pan, hermano, abrazo.

Cierto día, no sabe de dónde, una palabra apareció entre las otras, empezó a crecer y a conquistar espacio, tanto que aun en los sueños lo golpeaba como el  sonido de las olas cuando te tiendes a la orilla de la playa. Mátalo. Luchó contra ella, salió al campo, la gritó al cielo con la esperanza de expulsarla para que las nubes la aprisionaran hasta hacerla desaparecer. Mátalo. Lloró entre las siembras, mátalo, hasta quedar exhausto, mátalo.
La palabra invadió su sangre, los huesos, los minutos hasta dominar sus manos. Solo le abandonó cuando vio a su hermano tendido en el campo, rígido, sin movimiento alguno.

Vacío como cáscara a la que le han sacado el interior, Caín se tendió al lado de su hermano y durmió. Cuando despertó vio que a lo lejos se acercaba otra palabra que empezaba a meterse por la piel, justicia, corrió por el campo, justicia, vomitó sobre la tierra, justicia, la palabra lo invadía todo hasta enloquecer.
Desde entonces los hombres luchan a muerte con las palabras, las que  aniquilan, las que dan vida, las que engañan, las que perturban.



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Y Caín dijo al Señor: Mi castigo es demasiado grande para soportarlo.
 He aquí, me has arrojado hoy de la faz de la tierra,
y de tu presencia me esconderé,
y seré vagabundo y errante en la tierra;
 y sucederá que cualquiera que me halle me matará.

Génesis 4:13-14

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